"Hasta aquí, la gente malvive del cacao y a partir de aquí se empiezan a hacer los beneficios". De esta manera tan gráfica muestra la periodista Gemma Parellada el turbio negocio del cacao en Costa de Marfil. Desde este puerto de Abiyán se exporta más del 60% del cacao que se consume en todo el planeta, incluido aquel que está disponible en nuestros supermercados en diferentes productos alimenticios que consumimos de manera cotidiana.

Y es que, tal y como indica Jalis de la Serna, el cacao que se recoge en estas plantaciones, muchas de ellas ilegales, va "hacia Europa, España por supuesto, Estados Unidos... hacia todo el mundo". En numerosas ocasiones, los niños son utilizados como mano de obra en este proceso de recolección, algo que ha podido comprobar sobre el terreno el equipo de Enviado Especial.

Su situación es muy diferente a la de los grandes magnates, dueños y accionistas de las grandes empresas distribuidoras a nivel mundial. "Es como una pirámide. Hay 6 millones de personas que trabajan, están vinculados de una forma u otra a la producción de cacao, pero después la pirámide se cierra de manera drástica y pasa todo a estar en manos de 4-5 grandes empresas, que son primero las que lo comercializan y después las que lo transforman. Es decir, unos pocos que al final tienen mucho poder", explica la periodista.

Empresas con las que Jalis ha intentado contactar para la elaboración de este reportaje, sin éxito. "Son opacas. He intentando hablar con Barry Callebaut, con Olam, he intentado contactar con Cargill...", enumera. "Estamos hablando de un negocio multimillonario en el que el desequilibrio es brutal", añade Parellada.

"¿Tú, como periodista, aquí te has sentido, digamos, coaccionada?". La periodista calla unos segundos antes de responder. "No. Cuando entras en el tema del cacao todos sabemos que... hay cosas que de manera formal no se pueden saber. Y por lo tanto hay que ser muy prudente. Aquí han asesinado a periodistas, uno de ellos estaba investigando en cuestiones del cacao", acaba reconociendo

Pero, ¿podemos hacer algo los consumidores para poner fin a esta situación? "Por supuesto. Yo creo muchísimo en el poder del consumidor. El consumidor es, al final, a quien el mercado necesita para sobrevivir. Y si el consumidor hace presión, si el consumidor exige, las cosas pueden cambiar", asegura.

"Ya conocemos la verdad incómoda que hay detrás del chocolate. El escándalo de una industria que mueve casi 90.000 millones de euros, y cientos de miles de familias que apenas puedan cubrir sus necesidades básicas para vivir". Ahora, ya no podemos decir que no éramos conscientes de lo que está ocurriendo. Ya no podemos seguir con los ojos cerrados.