En el Estadio de La Cartuja de Sevilla España ganó su última Copa Davis, en 2011. Fue un gran recuerdo en lo deportivo, pero este espacio guarda otro relacionado con un inmenso gasto de dinero público a los sevillanos. María José Guzmán, periodista de El Diario de Sevilla, lo explica: "La ciudadanía tiene un mal recuerdo de dos cubiertas que se compraron, pero que después no se le ha dado el uso que se esperaba".

De hecho, la historia de la cubierta que se compró en 2004 por un valor de 900.000 euros es bastante peculiar: "Se desmontó y se almacenó en un solar cedido a una asociación. Por una negligencia, esa asociación mandó limpiar el solar. Las personas que llegaron allí pensaron que era chatarra y las piezas acabaron en chatarrerías", detalla Guzmán.

Por ello, la cubierta que se construyó en 2011 fue desmontada tras la celebración de la Copa Davis y almacenada. Esta costó más de 500.000 euros. Además, el Ayuntamiento de Sevilla paga al mes, desde el año 2012, 971 euros por el alquiler de mantenimiento, lo que supone un total de 93.000 euros porque no se ha encontrado aún comprador. Se celebraron dos subastas, una por 135.000 y otra por 105.000 euros, para recuperar el importe, pero en los dos casos ha salido desierta.

Luis Pizarro fue concejal por Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Sevilla durante muchos años. Fue testigo de la aprobación de la construcción del Estadio Olímpico de La Cartuja. Así recuerda él aquella época: "Había un ambiente excesivamente entusiasta. Con la herencia de la Expo del 92 se decidió construir un Estadio Olímpico sin ningunas Olimpiadas a la vista".

Para el concejal de IU, este fue "un gesto bastante imaginativo, el construir un estadio para un evento que no se va a producir". Pizarro cuenta que, tiempo después, el estadio se intentó reconvertir en un estadio único para los dos equipos de la ciudad, el Real Betis Balompié y el Sevilla Fútbol Club, sin contar con la voluntad ni la opinión de ambos clubes.

"No tenían ninguna intención de mudarse de su sitio habitual", cuenta el concejal, que fue de los pocos que se opuso a la construcción de ese estadio: "Me llovieron las críticas. Me llamaban 'agorero' y me decían que estaba en contra de los intereses de la ciudad". Además, prosigue Pizarro, los 120 millones de euros que costó la construcción, una "inversión enorme para la época", podría haber tenido "una rentabilidad social en muchas cosas".

Es decir, para Pizarro, esa cifra se podría haber invertido en "ámbito educativo, sanitario o infraestructuras para los barrios". Ahora, 20 años después de su construcción, ese estadio no ha tenido olimpiadas y prácticamente se ha quedado sin uso. ¿Qué se puede hacer con una obra así? Pizarro lo tiene claro: "Poco más que el que se convierta en un monumento a la falta de cálculo y de buena visión de los políticos".