Durante años vivimos encantados dentro de una burbuja, la inmobiliaria. Nos dijeron que nuestro sistema financiero, bancos y cajas, era el más sólido de Europa. Pero llegó 2009, y la burbuja nos reventó en la cara. Los cimientos sobre los que se había construido semejante portento financiero colapsaron, el sistema se desplomó y nos caímos con todo el equipo.
Desde España se hizo un intento para sanear el agujero. Primero cambiando las leyes, después poniendo dinero público, pero al final la ayuda tuvo que venir de fuera. La Unión Europea sacó el talonario de los rescates y aflojó casi 40.000 millones de euros en 2012 para las cajas españolas nacionalizadas. Un dinero que serviría, por ejemplo, para pagar todas las prestaciones por desempleo de este 2013, y aún sobraría. Pero, a diferencia de otros superhéroes, la Unión Europea no rescata gratis ni por amor al arte.
Las antiguas cajas tendrán que devolverle el crédito y como ahora son bancos nacionalizados, el avalista es el Estado español y en última instancia, los españoles. Así que, para garantizar que el préstamo se paga, ya nos están recortando hasta la corbata. Pero tranquilos, porque estos bancos nos agradecen el esfuerzo a los españoles rechazando 8 de cada 10 créditos que les pedimos.