El Españolisto’ de la actualidad nada tiene que ver con su padre en los años 90, antes de que entrara en vigor la reforma laboral de 2012. Se parecen mucho, pero ‘El Españolisto’ tiene un par de cosas que su padre no ha tenido nunca: un iPod y el miedo a perder su trabajo. En los años 90, su padre, en cambio, pensaba en cosas más mundanas sin sospechar que a los derechos laborales de su hijo iban a pegarle un meneo que ríete tú del terremoto de San Francisco.

Por ejemplo, si al Españolisto padre le hubieran despedido de su trabajo de forma improcedente, habría recibido una indemnización de 45 días de salario por cada año trabajado, hasta un máximo de 42 mensualidades. 'El Españolisto' hijo, ahora mismo, recibiría bastante menos.

Pero no es sólo una cuestión de dinero. Si al Españolisto le cae hoy una maceta en la cabeza y está de baja 12 días o más, su empresa podrá darle la patada. Y será un despido objetivo, aun cuando todos sus compañeros sigan yendo a trabajar y su ausencia no se note.

Más ejemplos. A su padre sólo podían hacerle un único contrato de formación si era menor de 21 años. Al Españolisto pueden hacérselo hasta los 25 y empalmar varios con simples cambios de nomenclatura.

Y mientras a él la reforma laboral le ha apretado un poco más las tuercas, a su empresa le ha dado más libertad. Si acumula tres trimestres de pérdidas o de caídas de ingresos, puede despedir a todo Cristo por el mínimo, reducir salarios, cambiar horarios, jornadas… y dejar el convenio en papel mojado.

En caso de querer hacer un ERE no necesita ni siquiera una autorización. Y son lentejas señores, si quieres las tomas y si no las dejas. Definitivamente, ‘El Españolisto’ tiene un futuro más negro que el que tenía su padre. El Gobierno le ha quitado no sólo un puñado de derechos, sino también la tranquilidad y el sueño.