Guerra de tomates que se disparan en todas las direcciones. En total, 140 toneladas de tomates volando de un lado para otro en tan solo una hora.

Las personas que no se lanzan entre ellos estas verduras terminan en ríos de tomates, en vasos de zumo o, directamente, pegados en el pelo de las 22.000 personas que llegan de todo el mundo para celebrar esta fiesta. Principalmente, australianos, japoneses y británicos.

Entre tomatazo y tomatazo, escasos segundos de aplausos. Algunos aprovechan un respiro para inmortalizar el momento, pero después vuelven a la batalla.

Es el segundo año consecutivo en el que la fiesta es de pago. Los diez euros de entrada que cobra el Ayuntamiento de Buñol por acudir a la fiesta han provocado una reducción considerable de la asistencia. En total, 22.000 han participado en este singular festejo, aunque no ha quedado ninguna entrada sin vender. El éxito ha sido absoluto.

Para protegerse, todo tipo de materiales. Incluso gafas de bucear entre los asistentes. La prensa, por su parte, preparada hasta con cascos para evitar una imagen que se ha repetido durante años: tomatazo al reportero.

La fiesta de verduras más famosa del mundo ha provocado incluso que Buñol se convierta en el escenario de rodaje para un anuncio publicitario y escenas de una película. Tras la marea roja, toca limpiar las calles. Una tarea harta complicada, pues la batalla es corta pero intensa.