El miedo a la vacuna de AstraZeneca, tras la confusión generada por sus posibles efectos adversos, se ha vuelto horizontal. El cruce errático de comentarios oficiales, recomendaciones y medidas por parte de las autoridades relacionando extraños coágulos y reducción de plaquetas con el suero de la Universidad de Oxford ha hecho que AstraZeneca sea una palabra casi maldita.
La Agencia Europea del Medicamento, la máxima autoridad en este ámbito, ha sido clara. Admite que existe la posibilidad de que se den casos de trombos "muy raros" entre los vacunados con AstraZeneca. Pero lo ha hecho incidiendo en que el riesgo es pequeño. Que compensa. Pero el miedo sigue ahí.
Aunque no debería ser así. Al igual que sucede con otros medicamentos u otras circunstancias absolutamente cotidianas en nuestras vidas, el riesgo nunca es cero. Pero sí es mínimo. Es decir: los beneficios que nos va a generar su consumo son mucho mayores que no hacerlo. Las autoridades científicas son unánimes: merece la pena vacunarse.
Para muestra, un botón. Según el instituto NICE (Instituto Nacional para la Calidad de la Sanidad y de la Asistencia del Reino Unido), el riesgo de sufrir un trombo es 250 veces mayor al coger un vuelo que al vacunarse de AstraZeneca. 1 de cada 1.000 personas que se montan en un avión (0,1%) puede sufrir de trombosis, frente al 4 de cada 1 millón de pacientes que tiene el mismo peligro al inocularse Vaxzevria (0,0004%).
En España sólo el 0,18 % de los vacunados con AstraZeneca ha tenido efectos adversos
Lo mismo con un contagiado sin vacunar -sin inmunizar-: el riesgo de sufrir un coágulo es 19.500 veces mayor al contagiarse de COVID-19 que tras vacunarse de AstraZeneca. 78 de cada 1.000 enfermos lo padecen (7,8%).
laSexta, de la mano de Javier Velasco, farmacéutico, bioquímico y miembro de la subcomisión de Revisión del Uso de los Medicamentos de la Sociedad Española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria (SEFAC), contextualiza el riesgo de sufrir trombosis tras la administración de este suero frente a otras situaciones y medicamentos, muy presentes en nuestro día a día.
De igual modo, en nuestro país, sólo el 0,18 % de los vacunados con AstraZeneca ha tenido efectos adversos, según el último informe, publicado este viernes, por la Agencia Española del Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps). En España se han vacunado contra el COVID-19 hasta el 21 de marzo un total de 985.528 personas con el preparado de Astrazeneca, de las que solo 1.792, el 0,18 %, han notificado haber sufrido algún efectos adverso, sobre todo fiebre, cefalea y dolor muscular.
Los anticonceptivos, más peligrosos que la vacuna
El farmacéutico Velasco utiliza datos recopilados de diferentes fuentes como la EMA -Agencia Europea del Medicamento-, MHRA -la agencia independiente del medicamento británica- y NICE -Instituto Nacional para la Calidad de la Sanidad y de la Asistencia del Reino Unido-.
Así, por ejemplo, el riesgo de desarrollar trastornos de coagulación en un año para mujeres que no usan anticonceptivos combinados, parches, anillos y no están embarazadas es del 0,02%. Esto es: alrededor de 2 de cada 10.000 mujeres que no utilizan ninguno de estos métodos sufren esta afección.
El número se eleva en el caso de las féminas que sí consumen un fármaco tan habitual como la pastilla anticonceptiva -extendidísima entre las mujeres jóvenes-. Este es el segundo método de prevención de embarazos más usado en España, solo por detrás del preservativo, según la última encuesta publicada por la Sociedad Española de Contracepción a finales de 2020 sobre hábitos de consumo de anticonceptivos.
El riesgo de sufrir un trastorno coagular es 167 veces superior, de media, al tomar anticonceptivos que al vacunarse de AstraZeneca
La tasa de mujeres que sufren un trastorno de coagulación al usar anticonceptivos con levonorgestrel, norestisterona o norgestimato (por ejemplo, Loette, la marca más consumida entre las píldoras anticonceptivas en nuestro país, según fuentes sanitarias) es de alrededor de 5-7 de cada 10.000. O, dicho de otra manera, 1 de cada 2.000 féminas, lo que representa el 0,05%.
Pero la cifra continúa en ascenso en el caso de otros anticonceptivos. Primero, con aquellos fármacos de este tipo que incluyen etonogestrel o norelgestromina (como es el caso, por ejemplo, del anillo vaginal Nuvaring). Para sus usuarias, alrededor de 6-12 de cada 10.000 mujeres tendrán un trastorno de coagulación. Es el 0,06%.
En segundo lugar, se encuentran las mujeres que consumen medicamentos anticonceptivos con drospirenona, gestodeno o desogestrel (como los de la marca Yasmin): alrededor de 9-12 de cada 10.000 mujeres, el 0,09%.
En definitiva: el riesgo de sufrir un trastorno coagular es 167 veces superior, de media, al tomar anticonceptivos que al vacunarse de AstraZeneca.
Tampoco se libran las mujeres en terapia de reemplazo hormonal para controlar la menopausia (que consumen, por ejemplo, Activelle). En este caso, tienen coágulos 2 de cada 1.000, el 0.2%.
Mayor riesgo por volar que por vacuna
Una actividad tan normal como coger un vuelo también entraña peligros. Según el instituto NICE (Instituto Nacional para la Calidad de la Sanidad y de la Asistencia del Reino Unido), el riesgo de sufrir un trombo es 250 veces mayor al volar que con la vacuna de marras. 1 de cada 1.000 personas que se montan en un avión (0,1%) puede sufrir de trombosis, frente al 4 de cada 1 millón de pacientes que tiene el mismo peligro al inocularse Vaxzevria (0,0004%).
No sólo eso: al tomar un fármaco antiinflamatorio no esteroide, como el tan común ibuprofeno, se incrementan el riesgo de trombosis respecto a no tomarlos en un 80%.
Al tomar ibuprofeno se incrementa el riesgo de trombosis respecto a no tomarlos en un 80%
¿Esto significa que hacer esto o consumir estos medicamentos sean malos? No, responden con rotundidad los expertos. Porque, repetimos, los beneficios son superiores a los riesgos. "La relación riesgo-beneficio del uso de cualquier medicación debe ser tomada por las agencias reguladoras que deben exponer claramente los riesgos, hacer incluir a las farmacéuticas los datos en su ficha técnica y la comunicación hacia los facultativos de las posibles complicaciones", subraya Jorge Cuesta Tovar, médico hematólogo, Jefe de Servicio de Hematología del Complejo Hospitalario de Toledo y Secretario de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH), para esta cadena.
Qué es un trombo
Existen dos tipos de trombosis: la arterial y la venosa. La trombosis arterial más frecuente es el infarto agudo de miocardio y el accidente cerebrovascular. Por su parte, del territorio venoso lo más común es la trombosis venosa profunda y el tromboembolismo pulmonar.
"Cuando hablamos de trombos normalmente nos estamos refiriendo al tromboembolismo venoso", resalta el doctor Cuesta Tovar. "La incidencia general de la enfermedad tromboembólica es de 1-2 por cada 1000 pacientes y año", indica.
Los trombos tienen tratamiento, claro, aunque la trombosis venosa profunda y el tromboembolismo pulmonar "pueden ser mortales". "La mortalidad general del tromboembolismo pulmonar está en un 5-8% de los pacientes que lo sufren y ambas patologías pueden tener efectos secundarios graves a largo plazo a pesar del tratamiento como es el síndrome postrombótico, hipertensión pulmonar crónica, entre otras", explica el experto.
En definitiva: "Todo uso de medicación o vacunación lleva consigo una posibilidad de efectos adversos, algunos de ellos son bien conocidos y están descritos en su ficha técnica. A pesar de los mismos, se continúan utilizando", subraya el médico especialista.
¿Son lo mismo los problemas de coagulación que los trombos?
Aunque relacionados, cuando hablamos de problemas de coagulación y trombos nos referimos a afecciones diferentes. "Alguien puede tener un trastorno de coagulación ( heredado o adquirido) y no haber padecido un trombo, y al revés", comenta el doctor Cuesta.
"Hay pacientes con trombos que no tienen un trastorno de coagulación aparente. Lo más frecuente es que el que tenga un trastorno tenga un trombo, y al revés, que el que tiene un trombo tenga un trastorno. Pero hasta un 40-50% de los trombos no tienen una causa clara".
La trombofilia o tendencia a la trombosis puede ser heredada (por la alteración de los anticoagulantes naturales que son la antitrombina III, la proteína C o proteína S; la resistencia a la proteína C activada por tener una mutación en el factor v de leiden, o una mutación del gen de la protrombina) o puede ser adquirida (anticoagulante lúpico, autoinmunidad).
"Estas son las causas más frecuentes , luego hay que tener en cuenta otras causas como enfermedades tumorales, inmunes, toma de medicación (anticonceptivos, quimioterápicos) o causas secundarias a inmovilización o encamamiento", recuerda el hematólogo.