Andrea lleva 12 años luchando. Estela Ordóñez, su madre, explicaba ante los medios a finales de septiembre que "es una campeona porque siempre su neurólogo le dio una esperanza muy corta y la ha superado". Su enemiga es una enfermedad rara, neurodegenerativa e irreversible. En junio sufrió una trombopenia que ya no le ha dejado salir del hospital. 

En palabras de su madre, entonces, empezaron la "lucha para no alargar algo que no tiene curación". Estela y Antonio, sus padres, comenzaron una batalla para conseguir una muerte digna para Andrea. Desde hace cuatro meses, la menor se alimenta de forma artificial, con una sonda conectada directamente a su estómago. Su familia insiste en que la niña sufre cada día. Antonio Lago, su padre, habla de "picos de dolores fuertes".

Desesperados, fueron al Comité de Bioética del hospital, que el 14 de septiembre se manifestó favorable a la decisión de los pares, algo que no compartía el equipo de pediatría. El gerente del hospital anunció que seguían un plan terapéutico. 

Ante la entrada en vigor en agosto de la nueva ley que recoge los derechos de los enfermos terminales, el hospital volvió a ir a los juzgados, para que se pronunciaran de nuevo sobre el caso de Andrea. Finalmente, no ha hecho falta el veredicto del juez. Los pediatras han accedido a la petición de los padres de retirar la alimentación a la niña y sedarla para que tenga, al fin, una muerte digna y sin sufrimiento.