Miguel Pajares y la monja Juliana se marcharon, pero siete de las personas que más quiere Miguel Pajares se han quedado en esa casa donde reina el desánimo.
Hablamos con una de las misioneras que se ha quedado en tierra, Catherina y nos cuenta que, aunque había dicho que no se marcharía sin todo su equipo, a Miguel Pajares el momento de la repatriación le llegó muy débil. "En el último momento, no estaba bien, estaba un poco malito. Tiene que pedir ayuda. Los españoles le ayudaban a bajar y a salir. Consciente no estaba" indica Catherina, misionera aislada en Liberia.
Todos tenían las maletas hechas pero el equipo que llegó para trasladar a Miguel tenía una consigna clara, sólo españoles y un protocolo estricto. "Han estado explicando cómo les van a llevar, que no tienen que ir con equipaje. Solamente con su pasaporte. Le van a vestir con un mono como el de ellos", explica Catherina.
Se evaporaban las aspiraciones de las hermanas que querían como es lógico escapar de un lugar en el que enfermos y personas con diagnóstico negativo intentan mantenerse separadas, pero cada vez es más difícil.
Las hermanas Chantal y Paciencia, las dos con ébola, han pasado ya a una etapa más cruda de la enfermedad. y las únicas que pueden ayudarlas son sus propias compañeras.
Enfermos sin atender y otros, como Catherina, que aún no tiene síntomas pero que no tiene a donde ir y que está dolida por la negativa de ayer del avión español. "¿Por qué hay tanta injusticia en este mundo? Porque auqnue Juliana tiene pasaporte español, es de la misma congragación", explica.
Sueña, como el resto en esa casa bunker, con que otro avión venga para llevarles de vuelta a sus países de origen,pero de momento no tienen noticias.
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