Para Rosa ir de Ontinyent a Valencia es una Odisea, necesita dos coches para llegar a la estación, uno adaptado para su silla y otro para su rampa. El tren que va a Valencia no es accesible para ella. "No hay accesibilidad y yo lo que tengo que hacer es coger mi propia rampa, que mide dos metros de largo y pesa nueve kilos. Aunque queda empinada me permite subir al tren", explica Rosa Conca, miembro de la asociación Muntis.
Rosa se siente "secuestrada" en su comarca. El tren tiene sólo tres escalones, pero para ella supone un abismo: "Me siento discriminada, me siento disciudadana". Harta de ninguneos la asociación de la que forma parte ha decidido arrancar una iniciativa 'la furgo del moviment'. Un proyecto de financiación colectiva para comprar una furgoneta que calculan pueda dar servicio a unas 9.000 personas. "Solo necesitamos 2.000 personas que pongan 20 euros cada una y ya estaría", calcula Rosa.
Las barreras están también en otros medios de transporte. Francesc denuncia que hace unos meses se quedó en tierra por un fallo en el servicio de asistencia del aeropuerto del Prat. "Es que estoy aquí y la única razón por la cual no he entrado en ese avión es porque voy en una silla de ruedas y necesito una asistencia para poder entrar al avión que no ha llegado", recuerda Francesc, persona con movilidad reducida.
Asegura impotente que vio cómo todo el pasaje se montaba al avión. "Es como que tu discapacidad sale a la luz", recuerda Francesc. AENA sostiene que debido a la confusión en la gestión operativa el pasajero no voló, pero se le reubicó en otro avión, pero él insiste, su silla no es el problema, quizás sean las barreras las que le hacen ser una persona con discapacidad.