"¿Por qué no?"

Donar un riñón sin conocer a quien lo recibe: la historia de Pablo, donante altruista

Los detalles En los últimos 15 años, solo 23 personas en España han donado un riñón de forma altruista. Pablo Artamendi forma parte de ese grupo excepcional que decide salvar una vida sin conocer al receptor.

Donar un riñón sin conocer a quien lo recibe: la historia de Pablo, donante altruista
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En el mundo de las donaciones de órganos, Pablo Artamendi es una excepción dentro de la excepción. En los últimos 15 años, solo 23 personas en España han donado un riñón sin conocer ni tener relación con el receptor. Pablo es una de esas personas: un donante altruista que decidió entregar parte de sí mismo simplemente porque quiso hacerlo.

"¿Por qué no? Hay que pensar más en la persona que lo recibe… realmente no hay ninguna causa para no hacerlo", afirma Pablo, cuya generosidad radical le convierte en alguien único entre millones.

Hace años, Pablo entregó su riñón y devolvió la salud a una persona que ni siquiera sabe quién es, y a quien tampoco le importa conocer. "Lo puse en disposición de la ONT para la persona que ellos consideren que era la adecuada", explica.

Beatriz Domínguez-Gil, directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), confirma que "ha habido 23 donantes altruistas desde que comenzó el programa en 2011". En total, solo 358 personas se han presentado en 14 años al programa de donación altruista, y poco más de una veintena han superado las pruebas físicas y psicológicas, un proceso riguroso que dura meses.

La ONT se asegura de que el donante esté convencido y en perfectas condiciones de salud, como es el caso de Pablo. "Es totalmente normal, solo algunas analíticas regulares para comprobar que todo está bien", cuenta él.

El perfil del donante altruista suele ser el de un varón de alrededor de 48 años, con un compromiso social sólido y que ha vivido un detonante que le ha hecho abrir los ojos a la necesidad de los trasplantes. "Tuve un familiar enfermo renal y me metí en este mundo", revela Pablo.

Son personas valientes, sin duda. "Los miedos hay que enfrentarlos", añade. La ley exige que todo sea anónimo, pero en algún lugar, alguien vive gracias a Pablo. Y eso, para él, es suficiente recompensa.