La crisis provocada por la pandemia y el cierre de negocios, bares y restaurantes, impulsan el empleo de economía sumergida. El ejemplo es Alex, a quien acompaña laSexta a su llegada a Plaza Elíptica, en Madrid, para ofrecerse como mano de obra en la construcción: "Es mi primer día, vine a probar suerte. Estoy en ERTE, no he cobrado y, al no cobrar, me veo en la situación de venir". Tiene dos hijos y perdió su trabajo como camarero por la pandemia.

"En esta situación del COVID nos trajo mala suerte a todos. Yo quiero trabajar", insiste Alex. Y la historia se repite: "Hay mucha gente que estaba bien currando, pero que por la pandemia se quedaron sin trabajo y les ha tocado parar acá". Eso sí, cada uno con su mascarilla. Y las PCR quedan en el olvido. Al paso de una bocina llegan las furgonetas. Una decena de hombres se acerca al vehículo sin distancia de seguridad.

Compiten para ser escogidos. Así lo explica el contratista: "Depende de la oferta y la demanda y de lo que se puede pagar según su oficio". Hasta que uno es el elegido. Desde las seis, y pese al frío, siguen siendo cada vez más los trabajadores que vienen hasta Plaza Elíptica en busca de un trabajo, pero dicen que la pandemia pasa factura, y son cada vez menos los empresarios que pasan por aquí.

El frío aprieta a primera hora y la espera se hace larga. Es una situación de precariedad laboral advertida hace años, pero sin respuesta. "El fraude laboral, por no dar de alta, contratar gente sin contrato... es una estafa, porque a veces no se les abona su salario", denuncia David Pérez, miembro de CCOO.

La mayoría son personas indocumentadas que son el sostén de su familia: "Tenemos que salir a diario para poder tener en el bolsillo algo que comer". Ni la pandemia, ni los controles policiales, según han asegurado, los detendrá. Repiten que trabajar no es delito y que necesitan regularizarse para construir su futuro.