La Cala Granadella, en la sierra de Jávea es considerada una de las más bonitas de España. Por ello, se forman colas interminables para acceder a ella, que los turistas soportan con paciencia y los vecinos con indignación.

"Esto es un infierno, en verano no se puede estar y no hay ningún control ni hay nada", comenta uno de los vecinos.

Los coches ocupan la calzada, las aceras, las entradas a las casas, un peaje insoportable por residir en un lugar paradisíaco. "La cantidad de gente que está viniendo supone una agresión al entorno", añade otro de los residentes.

Un grupo de vecinos le ha sacado provecho a la situación y han improvisado aparcamientos de pago en sus terrenos. "Les cobramos seis euros, si no quieren pagar, que no paguen, pero como el terreno es mío, si no pagan se tienen que ir".

La Policía vigila los accesos y pone orden, pero este impuesto especial por aparcar es un coste que los turistas pagan encantados por dejar el coche justo al lado del mar.

Ocupar un metro cuadrado, en la recóndita cala de aguas cristalinas, recompensa la penitencia que supone para el turista este maratón al volante.