Los datos muestran que la comunidad católica merma. "El 68% de la gente se declara que católica, pero practicantes sólo 21% y no religiosos 27%, entonces hay más gente no religiosa que practicante", dice Juanjo Picó, de Europa Laica.

Esto se refleja, por ejemplo, en las bodas. Según un estudio de la fundación Ferrer y Guàrdia: en 1992, ocho de cada diez matrimonios eran religiosos, 22 años después se ha invertido y ocho de cada diez uniones son ya civiles.

Además, la mitad de los jóvenes entre 18 y 24 años no cree en dios. "La sociedad española está bastante separada, existe un desapego de la religión", añade Picó.

Cada vez más personas optan por salir del censo. "Yo soy atea desde los 14 años, nadie me preguntó para bautizarme y yo apostaté por coherencia personal", relata Olga García, una mujer que apostató.

Pero apostatar, denuncian, es casi misión imposible. "Es tan difícil que en muchos casos no te comunican que has apostatado, se queda pendiente que te manden un correo, pero a mí nunca me dijeron nada, me habían engañado", destaca Luis Vega, de la asociación de Ateos y Librepensadores AMAL.

"Lo más difícil es llevar la partida original de bautismo, alegaban que era protección de datos y no daban facilidades", subraya Olga García.

Quienes lo han logrado incluso comparten su experiencia en tutoriales, no hay cifras de la fuga de creyentes porque la Iglesia no lo publica, ni tampoco sus cuentas.

"Existe un oscurantismo, las cifras no están fiscalizadas por el Tribunal de Cuentas, más de 11.600 millones de euros al año que por cosas como exenciones fiscales se entregan a la Iglesia católica", denuncia Picó.

Piden al próximo Gobierno que se moje y cierre el grifo del dinero público a las religiones.