Isabel Díaz Ayuso siempre ha sido una sorpresa. Ese golpe de efecto, el asombro, el dejar al resto obnubilado mientras actúas de imprevisto es una carta que, intencionada o no, siempre ha jugado la aún presidenta de la Comunidad de Madrid. Esa ventaja de hacer, incluso ser, lo impensable es una característica que dibuja ampliamente el liderazgo de Ayuso.

Porque ella fue líder desde el primer momento. Quizás no la que esperaba su partido. Puede que tampoco sus votantes. Pero, desde luego, a su alrededor ha conseguido la cuadratura del círculo: elevar la época del casadismo a la primera línea, devolver a Madrid al centro de la acción política, alcanzando unas cotas mediáticas y políticas sólo comparables a las de su homólogo Quim Torra.

"Madrid es España dentro de España", adujo hace tan sólo unos meses. Y tanto: lo ha demostrado con cada decisión, cada acción y cada movimiento. Y de ello son conscientes tanto el PP regional como Génova, como ha pulsado laSexta.

La líder de todos

"Se ha convertido en una líder y ha demostrado su capacidad de trabajo con los madrileños y su entrega al proyecto de Pablo Casado", relatan fuentes de la dirección nacional del partido a laSexta.com.

Ellos, a veces abrumados por la ola que ella surfea, han visto el doble filo del ayusismo. Ahora, tras darle luz verde para pulsar el botón rojo del adelanto electoral, han decidido subirse a la locomotora madrileña.

Pero en otras ocasiones han percibido cómo su foco les desdibujaba. La amistad, real y leal, entre Casado y Ayuso evitó el naufragio. Aunque el liderazgo de ambos ha evolucionado, y no de la mano, opinan fuentes populares de Madrid.

En el caso de Ayuso, su figura parece antojarse, cada vez más, a un icono pop, síntoma del tiempo pandémico en el que vivimos. En sus propias filas destacan su "lucha por el comercio y la hostelería, por los autónomos y empresarios. Por no hablar de los datos económicos de la Comunidad de Madrid".

En su equipo, algunos de sus colaboradores destacan su "valentía", su "solvencia" y su buen ojo para armar su equipo de consejeros. Al otro lado del arco parlamentario, esos mismos valores adquieren tintes negativos: la ven "temeraria", "incapaz" e, incluso, "mentirosa", en palabras de su ex vicepresidente, Ignacio Aguado.

Una desconocida para salvar el partido

Lo cierto es que Isabel Díaz Ayuso (octubre de 1978, Madrid) era una práctica desconocida para la mayoría de los ciudadanos cuando Pablo Casado la eligió para intentar revalidar la joya de su corona, la comunidad más preciada dentro del poder territorial popular y la más importante a nivel administrativo en toda España. Periodista de formación, y militante desde que el mismo Casado la afilió al partido cuando ambos eran unos veinteañeros universitarios, apenas se había dado unos garbeos por las tertulias televisivas -principalmente con Mamen Mendizábal en esta misma cadena-, protagonizando algún que otro encontronazo mientras encabezaba lo que por entonces se denominó un PP "sin complejos".

Era el látigo del casadismo que aún se estaba cocinando, que germinó en la convención ideológica del partido apenas unas semanas más tarde y que cristalizó con el diseño, a la medida del presidente, de una nueva cúpula del partido. Y que pronto, COVID mediante, se diluyó hasta quedar, en la práctica, reducido a las dos apuestas personalísimas que el presidente popular llevó a cabo en aquellos primeros momentos: José Luis Martínez-Almeida y ella misma.

El camino no fue sencillo. Tampoco fue fácil de tragar para el propio partido, porque su elección para el ticket electoral levantó ampollas. Ayuso era una desconocida, con experiencia de gestión en la segunda línea, pero poco más. Todo el mundo, propios y ajenos, se agarraron a la anécdota de su creación, que no gestión, de la cuenta de Twitter del perro Pecas. Y el PP sintió que tiraba demasiado de cantera.

Aznarismo y aguirrismo

Aquello se notó, pero fraguó la personalidad de una presidenta que parece propia de otro tiempo, de otras escenas cuando su voz se levanta. Ayuso recuerda a muchos líderes previos, un combinado de caras populares que se cimentan, básicamente, en sus padres políticos: Aznar y Aguirre.

Por varios motivos: ese "sin complejos" que ella enarbola, y que recuerda a la otrora baronesa madrileña, que también tuvo esa imagen cándida y naif en los medios que le permitía expandir su discurso silentemente. Por esa estrategia política, confrontando cara a cara con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, obra de su jefe de gabinete y antiguo secretario de Estado de Comunicación con el expresidente del PP, Miguel Ángel Rodríguez.

Y puede que especialmente, por el desparpajo a la hora de construir el armazón de su discurso: sus referencias, sus ideas, sus construcciones no aspiran a ser elevadas y académicas. Ella sabe que ahí no está su electorado. No, al menos, el que la puede llevar en volandas de nuevo a la Puerta del Sol. Lejos de esconderlo, lo potencia: no tiene nada de lo que avergonzarse, piensa. Nada de lo que "recibir lecciones".

Estilo propio, "sin complejos"

¿Que la oposición tilda sus errores -sobre todo, al principio de su carrera- de ayusadas y se jactan de ello? Ella lo convierte en ariete de su discurso. Quién recuerda ya alguna de sus respuestas -"No lo he pensado, no lo tengo claro, creo que no" o el intento de defensa de Madrid Central con la morriña de los atascos, que hacían de la capital de España un lugar "especial"—, si tiene en mente los gestos en el pleno de la Asamblea hacia Mónica García, de Más Madrid, o el adoquín exhibido en sede parlamentaria para oponerse a las manifestaciones generadas tras la detención de Pablo Hasél.

Ya no cabe la improvisación: ahora está todo bien medido. El perfil de la candidata dio un giro de 180 grados en tan solo unos meses de mandato. En su intento de parecer natural, cercana, caía en errores de novata y se desdibujaba su mensaje. Lo pasó mal. Ella lo achacó, en parte, a gajes del oficio y al machismo. "La polémica que se está suscitando en los medios le puedo asegurar que no le ocurre a cualquier otro candidato hombre en esta campaña", explicó en una ocasión.

"Todo lo que digo yo siempre es cuestionado, da igual del tema que hable, dónde hable, que ya se encargan muchos periodistas de extraer lo conveniente para hacer activismo político y no periodismo", mantuvo en su anterior campaña. En esta ocasión, la estrategia parece similar, pero no le pilla de nuevas. Ahora la conocen, pero ella ya es otra. Ayuso piensa aprovecharse y valerse de todos sus recursos. Incluida hacer campaña en los tribunales si fuera necesario. "Por los madrileños", resume.