Sólo hace falta darse a una vuelta por las calles del barrio para pillarles in fraganti, se pueden encontrar restos debajo de los coches y en las papeleras, pero a pesar de ello muchos turistas no tienen reparo en consumirlos. Los turistas coinciden en que "es mucho más rápido, no hay que aguantar colas".

Bandeja en mano, decenas de vendedores ambulantes, plagan las playas de Barcelona mezclados entre los bañistas y ni la presencia de la Policía les disuade, a pesar de que se enfrentan a multas de hasta 500 euros.