Los partidos se estrenan en el noble arte del diálogo para componer la mesa del Congreso. Pero el PP apela a la tradición, al menos para quedarse la presidencia. Rajoy dice que "el presidente debe ser como ha sucedido siempre desde 1977 la fuerza política que tenga más apoyo, en este caso el PP".

No lo va a tener fácil, porque sin mayoría absoluta, dirigir el Congreso se va a jugar en segunda vuelta. Ahí cada diputado tendrá que elegir entre los dos candidatos más votados en la primera. El nuevo presidente del Congreso será el que obtenga más apoyos. Una elección entre PSOE y PP de la que previsiblemente saldrá beneficiado el partido de Pedro Sánchez.

Y para eso el PSOE tendrá que negociar después de que el PP le haya dicho que no está dispuesto a ceder. Necesita el beneplácito de Podemos cuya prioridad es tener cuatro grupos independientes en el Congreso.

Al PSOE no le bastará con el apoyo de la izquierda, pero Albert Rivera, que quiere que Gobierne la lista más votada, prefiere que el PP no presida la Cámara Baja. Fundamental también será el reparto de los ocho cargos restantes, cuatro vicepresidencias y cuatro secretarías que pueden condicionar el debate.