Diciembre de 2020. La segunda ola parecía contenida en España, pero entonces llegaron el 'Black Friday' y el puente de diciembre y se sucedieron las aglomeraciones. La cercanía de las fiestas navideñas hizo temer que la pandemia se descontrolase, pero vimos la luz al final del túnel: las primeras vacunas.

El optimismo de diciembre arrancó con la inauguración tardía del Hospital Isabel Zendal, el hospital de pandemias de Ayuso. La polémica de su construcción llegó también a su puesta de largo -que no a su puesta en funcionamiento- de la mano de quien menos se lo esperaba la presidenta madrileña: su líder de filas, Pablo Casado, al preguntarle por si allí había quirófanos o no. No supo responder que, efectivamente, no hay.

Con los números a la baja, el Gobierno presentó su propuesta para la celebración de las fiestas de Navidad, donde lo interesante no eran las recomendaciones sino una de las palabras: "allegado".

El concepto de allegado marcó el debate público durante las siguientes semanas. ¿Qué es un allegado? ¿Pueden viajar los allegados? ¿Permitirían las comunidades autónomas las celebraciones con estos? Muchas temieron que esto se convirtiera en un coladero.

Pero el foco pasó rápidamente de los allegados a la curva: la tendencia volvía a ser al alza, lo que hizo que las comunidades fueran aprobando nuevas restricciones y limitaciones, extendiendo los toques de queda y cerrando -o no- sus territorios.

La esperanza vino de mano de la vacuna. Ya lo hizo a principios de mes con Margaret Keenan y William Shakespeare, los primeros vacunados en Reino Unido. Fueron las dos primeras personas en ser inoculadas con la vacuna de Pfizer/BioNTech, una imagen de esperanza.

A España tardó algo más, pero nuestra Maggie fue Araceli Hidalgo, la primera vacunada en España, que a sus 96 años animaba a todo el mundo a inocularse frente a la enfermedad.

Con esta imagen termina un año de hospitales colapsados, sanitarios desprotegidos en primera línea frente a la enfermedad, residencias que se llenaban de ataúdes... Después de tanto aislamiento y soledad, una nevera portátil llena de sueros nos ha traído la esperanza de que 2021 será mejor.