Primero atacaron y ahora han 'rematado' la faena. Las víctimas han estado cerca de siete meses esperando un informe que no convence a nadie. "Todos los implicados han recibido sanciones administrativas desproporcionadamente mínimas", ha considerado José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras en España.
Porque, según Estados Unidos, nadie es culpable de nada. Dicen que es un "pequeño error" que, unido a una eterna cadena de errores, acabó con la vida de 42 personas; entre ellos, 14 trabajadores de Médicos sin Fronteras, además de docenas de heridos. "No hubo mala fé, nuestros militares intentaban hacer algo bueno", aseguraba Joseph Votel, general estadounidense que defiende la acción militar.
Pero, frente a dicha declaración, Médicos Sin Fronteras asegura que realizó hasta 15 llamadas para avisar de que su hospital en Kunduz estaba siendo erróneamente atacado. Aún así, de los 16 militares implicados en el ataque, sólo uno ha sido suspendido. El resto únicamente ha recibido cartas de reprimenda al respecto.
Al otro lado, el personal médico sigue todavía traumatizado, y cientos de miles de personas continúan esperando unos servicios médicos vitales que, sin garantías, siguen suspendedidos. "Muchos siguen asustados y preocupados, sin reunir el valor necesario para pensar en la posibilidad de volver a trabajar en el norte de Afganistán", afirma Bastos.
Nezayi y Khalid son dos de los supervivientes del ataque al hospital. Ambos son enfermeros, y resultaron gravemente heridos. Uno ha perdido su brazo izquierdo y la visión de un ojo; otro tiene todavía metralla en la cintura. Ambos, como el resto, piden justicia. Porque la línea es muy fina. Una guerra no da libertad para matar. Y el error, más si es mortal, conlleva responsabilidades.