El expresidente francés, Nicolas Sarkozy, ha sido condenado este lunes a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencias, lo que le convierte en el primer exinquilino del Elíseo en ser sentenciado a una pena de cárcel.
La Fiscalía acusaba a Sarkozy de intentar obtener a través de Thierry Herzog, su abogado, un tipo de información secreta que también habría vinculado al exmagistrado Gilbert Azibert, entonces miembro del Tribunal de Casación.
Según los investigadores, el expresidente ofreció a Azibert un puesto privilegiado en Mónaco a cambio de datos relativos a una causa abierta por la presunta financiación irregular de su campaña política en 2007. Y dicho "pacto de corrupción", como denominaba la Fiscalía francesa, se ha ratificado este lunes: los tres han sido condenados a la misma pena.
"Un pacto de corrupción", según la Fiscalía
El caso fue descubierto mediante una serie de escuchas telefónicas intervenidas entre el expresidente y el letrado. Durante la vista, que tuvo lugar en noviembre y diciembre pasados, Sarkozy negó las acusaciones, mientras sus abogados se centraron en tratar de invalidar las escuchas telefónicas, a su juicio protegidas por el derecho a la confidencialidad entre un cliente y su abogado.
Para la Fiscalía, no hay duda de que Sarkozy, su abogado y el alto magistrado llevaron a cabo este "pacto de corrupción" en febrero de 2014, tendente a obtener beneficios en otra investigación, el llamado "caso Bettencourt".
En el mismo, en el que el expresidente ya fue absuelto, se incautaron las agendas de los acusados, que Sarkozy buscaba recuperar. Es en este momento cuando acudió a Azibert con la promesa de conseguir un puesto en Mónaco si le daba la información que quería.
"Le haré ascender", le dijo Sarkozy a su abogado en una de esas conversaciones intervenidas por los investigadores, que tenían pinchado su teléfono dentro de la causa por la presunta financiación irregular de la campaña presidencial con dinero del régimen del entonces líder libio Muamar Gadafi.
"Nunca he cometido el menor acto de corrupción. Nunca he traficado una influencia, pretendida o real", exclamaba el exjefe de Estado durante una sesión en noviembre. No obstante, ahora cuenta con una causa firme, que si bien podría hacer que no estuviera físicamente en prisión, le podría forzar a cumplir la condena en su casa con un brazalete electrónico.