Un escenario perpetuo protagoniza la vida de los ciudadanos de Siria. Gente normal que, de repente, es obligada a controlar su terror y a ser valiente.

"Nosotros tenemos un dicho que nos ayuda a seguir. No tengas miedo del sonido de las balas porque la que te va a matar no la vas a oír", confiesa Abdelrahman Al Mawwas, coordinador de los Cascos Blancos en Siria.

A partir de ahí la sonrisa de los niños, nunca falla: Cada rescate es un revulsivo y ya llevan más de 82.000. La esperanza sigue con ellos a pesar de todo.

"Yo sé que igual me pierdo el futuro del que estoy hablando pero, tengo la esperanza de que mis hijos o los hijos de mis hijos lo vean", asegura Abdelrahman.

Su trabajo ha sido alabado por organismos internacionales. Han sido candidatos a Premio Nobel de la Paz, pero también hay quienes cuestionan su labor.

La red están inundadas de fotos en la que supuestamente miembros de los Cascos Blancos portan armas del ejército rebelde.

"Estamos a la misma distancia de todos los grupos y organizaciones terroristas. Hemos socorridos a soldados del régimen. Esa neutralidad es lo que nos ha permitido seguir trabajando", explica Abdelrahman.

Hay quienes van aún más lejos en las acusaciones. Aseguran que existen niños rescatados hasta dos o tres veces y escenarios previamente preparados.

"Escenarios y montajes, ojalá no hubiera ningún muerto en Siria y no tuviéramos trabajo", desea Abdelrahman. Una fama que no buscaban y que, aseguran, les ha traído un sabor agridulce.