Un último beso, abrazos de consuelo y emoción contenida ante despedidas que llegan antes de tiempo. Silencio solo interrumpido por aplausos de agradecimiento a los equipos de rescate y a los bomberos que lograron sacarlos de entre los escombros.

No tuvieron el mismo recibimiento en su entrada al recinto Salvini y Di Maio, o el primer ministro Conte porque estos funerales de Estado organizados por el Gobierno se celebran con polémica. No están todos, faltan unas 20 familias: "Mi hijo no ha muerto, ha sido asesinado, porque el estado no cuidó a sus ciudadanos", asegura Roberto Battiloro, padre de uno de los fallecidos.

Este padre y otras cuatro familias enterraron a sus seres queridos en la intimidad, sin políticos. Porque para las familias ausentes, los funerales de Estado no son más que pasarela de autoridades. Una farsa en la que no quieren participar.