Jesús nació en Belén en una época determinada con precisión y su nacimiento virginal "no es un mito, sino una verdad", asegura Benedicto XVI en su libro "La infancia de Jesús", en el que también señala que en el Evangelio no se habla del buey y el asno en el pesebre.
"María aceptó la voluntad de Dios y se mostró como una mujer valerosa"
En el libro, el papa Ratzinger señala que en el Evangelio "no se habla de animales" en el lugar donde nació Jesús, pero tratándose de un pesebre, "el lugar donde comen los animales, la iconografía cristiana captó muy pronto ese motivo y "colmó esa laguna" y ninguna representación del Portal de Belén renuncia al buey y al asno.
En el texto el Pontífice también desmiente a san Agustín, que afirmó que la Virgen María habría hecho un voto de virginidad y se habría comprometido con José para que la protegiera, señalando que esa reconstrucción "está fuera del mundo judío del tiempo de Jesús".
"¿Es cierto que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen?. Sí, sin reservas", afirma el Pontífice, quien señala que hay dos puntos en la historia de Jesús en las que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: "el parto de la Virgen y la Resurrección del Sepulcro, en el que no permaneció ni sufrió la corrupción".
Benedicto XVI subraya que si a Dios sólo se le permite actuar en la esfera espiritual y no en la material, "entonces no es Dios", pero que sí, "que tiene ese poder y con la concepción y la resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación".
Benedicto XVI señala que Jesús no nació y apareció en público en una fecha imprecisa, sino que se sabe muy bien quién es y de dónde viene y que pertenece a una época "perfectamente datable y a un ambiente geográfico perfectamente indicado".
Jesús nació -escribe el Papa echando mano del Evangelio de Lucas- en el año 15 del imperio de Tiberio César.
María, subraya el Papa, "aceptó la voluntad de Dios, trató de comprender y se mostró como una mujer valerosa, de gran interioridad". El tercer capítulo está dedicado al nacimiento en Belén y sobre el mismo señala que María envolvió al niño en pañales y que "sin sensiblería" podemos imaginar el amor con el que María se preparó para ese momento y cómo preparó el nacimiento del hijo".
A la vez analiza cómo la tradición ha interpretado el pesebre y las gasas teológicamente y señala que el niño envuelto en gasas se presenta como una anticipación de la hora de su muerte y que el pesebre del portal de Belén se considera una especie de altar.
El cuarto capítulo está dedicado a los Reyes Magos, que representan, según el Papa, a la humanidad "cuando emprende el camino hacia Cristo".
El papa Ratzinger precisa que aunque algunos pongan en duda la Adoración de los Reyes, está convencido de que se trata de un acontecimiento histórico, pero subraya que, de todas maneras sea verdad o no, no afecta a ningún aspecto esencial de la fe.
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