Si los estadios de fútbol son las nuevas catedrales del siglo XXI, Muse dicta en ellos su ley, apoteósica e inolvidable, como una aparición mariana que uno recuerda hasta el fin de sus días. Con el monumental despliegue que les caracteriza, la banda británica se desfondó durante dos extraordinarias horas en Barcelona, en el único desembarco español de su gira 'The 2nd Law'.

Fueron cerca de 40.000 personas las que llenaron el Estadi Olímpic Lluís Companys de Barcelona. Asistentes que, si algún día llegara el Juicio Final, posiblemente se sentirán decepcionadas en comparación con el concierto al que asistieron esta noche. Porque esos tres jinetes del apocalipsis -el desbocado Bellamy, un desfondado Dom Howard y el glacial Chris Wolstenholme-, con sus trompetas de la muerte en forma de rock progresivo, de dubsteps y sinfonías electrónicas, con falsetes sostenidos en la incipiente noche veraniega que todo lo hace infinito en la memoria, recuerdan que quizás todo fue un sueño y que el futuro terminó en los ochenta.

Porque el mundo que nos prometieron ha muerto y, por eso, como cantan en 'Supremacy', levántate para ver que tu verdadera emancipación es una fantasía. Con ese tema arrancó la velada, que antes habían calentado los españoles L.A. y You Don't Know Me. Entre bolas de fuego surgió el trío, con un "Bona nit, Barcelona" de Bellamy, corriendo por la pasarela central con la confianza de quien pisa tierra firme de un nuevo mundo conquistado de antemano.

Aunque no sea precisamente tarea fácil impactar al público barcelonés y menos en el estadio fetiche de su pasado olímpico. Pero Muse conoce la ley del estadio, sus reglas y sus trampas, y dictó sentencia con el beneplácito del entregado jurado popular. A 'Supermasive Black Hole' le siguió 'Panic Station', con recreaciones de líderes mundiales meneando la cintura en las pantallas. Ahí estaban Obama, Putin, Merkel o Rajoy.

Riámonos de la vida y bailemos, porque nos han robado el mañana sin previo aviso. Como ese ejecutivo que corría enloquecido por el escenario en 'Animals', entre una lluvia de confeti en forma de billetes, metáfora más que acertada para un país carcomido por la corrupción. Y es que con Muse uno no sabe si está asistiendo a un concierto, una avispada crítica social -una actriz encorbatada acababa bebiendo de un surtidor de gasolina en mitad del público- o simplemente un tinglado de lentejuelas al servicio del espectáculo puro y duro, tan hiperbólico como en ocasiones artificioso.

Hubo tiempo para recorrer diversos temas de la extensa biblia discográfica de la banda. Para ver a Bellamy tocar el piano en 'Sunburn', para dejarse llevar por la psicodélica 'Follow me' o para que Wolstenholme fuera el vocalista en 'Liquid State'. Y a la hora de concierto llegó 'Madness', uno de los éxitos de su último trabajo y brújula que parece marcar el nuevo rumbo del grupo. Los de Devon prometen espectáculo y, en mitad de 'Blackout', surgía del escenario una bombilla gigante que recorrió el capote de la pista con una contorsionista colgado de ella sobre el público.

No podía faltar tampoco el esperado y algo infantil robot Charles con 'The 2nd Law: Unsustainable', o ese 'Survival' que puso banda sonora a los Juegos de Londres el pasado verano. Fue justo ahí, a la llegada de los bises, cuando Bellamy sufrió los únicos silbidos de algunos de los asistentes cuando un fan le puso encima una bandera española, en tanto que fue rápidamente ovacionado cuando alguien le enfundó sobre los hombros una camiseta del FC Barcelona.

Pero con 'Uprising' y, sobre todo, una 'Starlight' que fundió su voz con la de su público, el cantante hizo temblar las entrañas de la montaña de Montjuic, con un póstumo "Te quiero, Barcelona" a la llegada de una medianoche que muchos tardarán en olvidar.