"Yo vivía en un gran desierto, al norte de Kabul. Fabricaba muchos juguetes con mi hermano, que siempre rodaban", cuenta Massoud Hassani, el artista que ha ideado el "Mine Kafon".

Años después, este artista ha multiplicado por veinte su tamaño para formar un gigante de 170 piernas de bambú con zapatos de plástico biodegradable. Podría ser el futuro de los detectores de minas antipersonas.

En cada explosión sólo pierde un par de piernas, se mueve con la fuerza del viento y un GPS controla su recorrido en cada momento. Su precio no se corresponde con su utilidad, ya que, detonar una mina cuesta alrededor de 900 euros y el coste total de este material es sólo de 40 euros.

Hassani fabricó el primer detector para su proyecto de final de carrera y actualmente ya trabaja con la unidad de desactivación de bombas de Holanda para mejorar su idea.

Sabe que cada explosión ayuda a conseguir que ningún niño vuelva a perder la vida jugando en el desierto. "La gente de la zona lo utiliza como una forma barata de sobrevivir a este peligro que amenaza su entorno", concluye el artista.