Desde su lanzamiento en 2010, Instagram ha ido cobrando cada vez más importancia en la vida diaria de los jóvenes. La red social, comprada por Facebook en 2012, es la más utilizada entre los adolescentes, según ha apuntado el informe 'Taking Stock With Teens', de la firma Pipper Jaffray. Instagram cuenta en la actualidad con más de 1.000 millones de cuentas activas cada mes, que publican millones de fotografías y vídeos a diario.
El estudio 'Digital en 2019', de la agencia We Are Social, reveló que los españoles emplean dos horas y 16 minutos al día de media en sus redes sociales, media hora más de lo que dedican a comer (102 minutos, según informó El País). Además, esta conexión no se da como un momento aislado, sino que conforma un estilo de vida, lo que lleva a pensar que puede tener efectos a largo plazo.
En vista del fenómeno que han supuesto las redes sociales, la Royal Society for Public Health de Reino Unido, con la colaboración de investigadores médicos de universidades como Oxford o Cambridge, ha publicado el informe'#StatusOfMind' ('#EstadoDeLaMente'). En él se han estudiado los efectos del uso de las redes entre los jóvenes, y una de las conclusiones obtenidas es que Instagram es la plataforma que más impacto negativo tiene sobre la salud mental.
Los 'likes' son una 'droga' para el cerebro
La psicóloga Lauren Sherman, de la Universidad de California, llevó a cabo un experimento en el que exponía a un grupo de adolescentes a varias publicaciones con diferentes cifras de 'likes' mientras monitorizaba su actividad cerebral. Al comprobar las imágenes de las resonancias magnéticas descubrió que cuántos más 'likes' tuviera la fotografía, más se activaba una parte del cerebro, el núcleo accumbens, que tambiénse acciona con el consumo de drogas. Esta zona tiene que ver con la 'memoria emocional' y trabaja tanto con las emociones como con la conducta.
El núcleo accumbens detecta picos de placer y se encarga de intentar que estos se repitan en la mayor medida posible mediante mecanismos de recompensa. Cuando una persona recibe 'likes', su cerebro segrega dopamina de manera muy similar a cuando un toxicómano se droga, según se expone en el informe. Es por esto que existe un peligro real de que se cree una adicción.
La presión de no ser perfecto es constante
La modelo Alexis Ren acumula 13,1 millones de seguidores en Instagram. Es fácil encontrar en sus publicaciones comentarios alabando su belleza, su forma física y su vida en general. Sin embargo, en 2017 reveló que sufría trastornos alimenticios, un problema que empeoró con Instagram. "Miraba mi perfil y era como: 'Mira a esa chica. ¡Tiene la vida perfecta!' Me sentía muy culpable por no encontrarme tan bien todo el tiempo”, explicó en una entrevista en Cosmopolitan. La modelo recordó que fijarse en otras personas para inspirarse es bueno, pero "compararse con otros crea ansiedad y odio hacia uno mismo".
La exposición constante a imágenes de personas que parecen 'perfectas' lleva inconscientemente a la comparación. Cuando un adolescente se mira al espejo y no está tan 'bien' como lo está la gente de Instagram su autoestima se ve afectada. Lo que no suele aparecer es lo que hay detrás. Según '#StatusOfMind', al 90% de las chicas adolescentes no les gusta su cuerpo, y el 70% de los jóvenes entre 18 y 24 años se someterían a cirugía cosmética.
Una versión editada y edulcorada de la realidad
En una conferencia, la experta en redes sociales Bailey Parnell explicó cómo los perfiles de Instagram son una "recopilación de mejores momentos" de la vida del usuario. "Es donde mostramos nuestras victorias, los momentos en los que nos vemos bien o cuando salimos con amigos y familia", afirmó. Es por esto que lo que se ve en la red social no es la realidad,sino una parte minúscula y alegre de la misma. La vida de una persona abarca mucho más y tiene, también, momentos de sufrimiento, aburrimiento o rutina. El problema de estar únicamente expuestos a la 'felicidad' ajena es el pensamiento recurrente de que la vida propia no es tan buena. "Sufrimos inseguridad porque comparamos nuestro 'detrás de las escenas' con los 'mejores momentos' de los demás", indicó Parnell.
Esto crea también, según se expone en el estudio, lo que se conoce como FOMO (Fear of Missing Out), que es la ansiedad social que se genera del "miedo de perderse una potencial conexión, evento u oportunidad". Este sería el caso de la sensación de malestar que podría sentir una persona que pasa la tarde en casa al ver que las personas a las que sigue en Instagram están de fiesta, con amigos, de viaje… Es una falta de satisfacción con la situación personalde cada uno en comparación a la de los demás.
Puede causar ansiedad y depresión
Cuatro de cada cinco de los encuestados por la Royal Society for Public Health afirmaron que usar Instagram empeoraba su ansiedad. La costumbre de compararse con otras personas que se genera al estar constantemente conectado provoca pensamientos negativos y una baja autoestima, que suele ir acompañada de narcisismo y egocentrismo.
Si a esto se suma que las redes sociales causan peores hábitos de sueño, que tienen una importante relación con la salud mental, los jóvenes pueden entrar en un círculo vicioso que puede acabar en diagnósticos de ansiedad y depresión. '#StatusOfMind' apunta que hay investigadores que sugieren que "la intensidad del mundo 'online', donde los adolescentes están en constante contacto y se enfrentan a una presión por parte de representaciones no realistas de la realidad y tienen que tratar con la presión social, puede ser responsable de depresión o agravar trastornos existentes".
No es la primera vez que se intenta poner el foco de debate en el uso y consumo que hacemos de las redes sociales. La serie 'Black Mirror' mostró en su episodio 'Nosedive' una distopía en la que una red social muy parecida a Instagram controlaba la vida de los habitantes. Dependiendo de la puntuación —los 'likes'— que recibiesen tenían unos determinados derechos. Su protagonista, Lacie, hacía todo lo que estaba en su mano para aparentar una vida perfecta de cara a los demás, pero su salud mental no soportaba la presión y terminaba rompiéndose.
Publicado en la revista 'Nature'
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