De entre todos los vínculos afectivos que podemos generar los seres humanos la amistad, es quizás, la unión más libre e incondicional que puede existir.

No está atravesada por la familia que tantas veces causa causa conflictos.

Y tampoco está condicionada por lo romántico que es sin duda un factor que modifica los afectos.

Sin embargo la amistad es concebida en muchas ocasiones como un afecto no tan importante.

Como un segundo plato.

Así, hay muchas personas que se instrumentalizan la amistad para estar acompañadas mientras encuentran al «amor de su vida».

Y luego si te he visto no me acuerdo.

Porque, claro, no hay nada más importante que el amor de pareja.

También se suele decir eso de «a ti te conocí en la calle».

Para separar el amor de familia (de sangre) de la amistad.

Pero incluso muchas veces se suele hablar de la «familia elegida» a aquellas amistades que son muy importantes para darles un peso mayor porque, al parecer, hablar de amistad no es suficiente y hay que dotar a la relación de una similitud con otra institución mejor considerada.

Estaría bien que empezáramos a colocar la amistad en el lugar que se merece.

En lo más alto junto a la pareja y a la familia.

Porque las amistades son relaciones complejas que requieren cuidados y atención.

No son accesorias en nuestras vidas.

No son algo de lo que prescindes porque siempre te queda el calor del hogar o el beso de película en el puente de los candados.

Valorar el amor de la amistad igual que se valoran el resto de amores es revolucionario.

Lo es porque haciéndolo estamos configurando el mundo de otra manera.

Estamos dando importancia a aquellos lugares que de no existir nos harían peores.

La amistad es un territorio en el que poder ser.

En el que se debería construir la confianza sin ningún tipo de obligatoriedad.

Pero con mucho compromiso.

La amistad es algo absolutamente imprescindible para la vida.

Porque sin un amigo, una amiga o un amigue.

Es imposible saber quiénes somos.

Y si no sabemos quiénes somos es imposible saber qué queremos.

Un amigo es alguien que fue capaz de perpetuarte en su cuerpo.

Una amiga es alguien que te dio el espacio necesario para que crecieras.

Un amigue es alguien que te aleja del vacío.

Los seres humanos tenemos muy poquitas certezas a lo largo de nuestras existencias.

Y la amistad es una de ellas.

Por eso decir «son solo amigos» es una forma de desprecio a la llama común.

No, no somos «solo» amigos.

Estamos llenos de amistad.

Tan llenos que no vamos a irnos corriendo detrás de cualquier interés romántico.

Tan llenos que no vamos a hacer sentir a ningún amigo que no es lo suficiente algo.

Tan llenos de amores que no dependeremos de uno solo para estar bien.

Y si en casa no me quieren.

Vamos a bailar.

Y si aquel me deja.

Vámonos de viaje.

La amistad es un oasis entre la expectativa adulta.

Un rincón de ti mismo en el otro.

La posibilidad de sentir que pasaste por el mundo dejando huella.

Qué tener un hijo, qué plantar un árbol, ni qué escribir un libro.

Antes de morir.

Hacer un buen amigo.