Borrar a las mujeres.

Eso es lo que dicen algunas feministas que provocará la entrada en vigor en España de la Ley sobre la protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión de género.

Dicen que la ampliación de derechos fundamentales hacia algunas mujeres perjudicará a otras mujeres.

Porque al parecer hay mujeres de primera clase (originarias) y mujeres de cuarta clase.

Las de cuarta, ya te lo adelanto, son las mujeres trans.

Porque de ellas se habla siempre como si nunca estuvieran presentes.

Como si sus existencias, sus realidades, fueran órganos extraíbles que se depositan en una mesa quirúrgica.

Para ser diseccionados sin su consentimiento.

Como un monstruo marino que te encuentras varado en una orilla y sientes que te pertenece porque no «es» de nadie.

Como el que compra una estrella en el firmamento y la intenta apresar poniéndole un nombre.

Taxidermia de la otredad.

Esta violencia continua sobre sus existencias se ejerce desde la medicina, desde las instituciones y, por supuesto, desde la academia.

¿Qué utilidad tiene una teoría que lo que consigue es azuzar el odio y respaldar la exclusión de algunos seres humanos?

Así, las mujeres de primera clase, se dedican sistemáticamente y de forma profesional a ridiculizar y burlarse de las mujeres trans.

Se refieren a ellas en masculino (digo tíos porque son tíos).

Las culpan de reproducir en sus expresiones de género el machismo de la hiperfeminidad.

Pero, ojo, la culpa es solo de las mujeres trans, porque las mujeres de primera categoría no van a casa de sus primas a insultarlas por ir a la peluquería, comprarse un vestido bonito o hacerse las uñas para asistir a una boda, no, sus primas pueden porque son mujeres de primera clase y no esas otras cosas que tratan de imitar algo que, evidentemente, no son ni llegarán a ser nunca.

También buscan desesperadamente (¿Dónde está el hombre?) rasgos viriles en los cuerpos de las mujeres trans para reírse y

¿En qué quedamos? ¿ Demasiado femeninas o demasiado poco femeninas?

Hablan de que la identidad de las mujeres trans es un simple deseo o un capricho como comprarse un bolso.

Imagina que te dicen que quién tú eres, lo que te conforma, es un antojo.

Las mujeres de primera clase formulan además a las mujeres trans una pregunta trampa que absolutamente nadie puede responder y es qué es ser mujer.

Simplemente para poder responderles qué no es ser mujer: Las mujeres trans no son mujeres.

Porque, claro, si yo me siento una farola, ¿soy una farola? (risas enlatadas)

Las mujeres de primera clase relacionan de manera insidosa a las mujeres trans con pervertidos (sí, en masculino nuevamente y siempre) o depredadores sexuales porque una vez (ríete tú de la chica de la curva) un hombre se puso una falda para entrar en un baño de mujeres para realizar un abuso sexual.

Igual esto nos recuerda, levemente, a cuando desde ciertos sectores han relacionado de manera milimétrica la homosexualidad con la pederastia, ¿no?

O al no lo llames matrimonio, el matrimonio es otra cosa, que no adopten, la familia es otra cosa, que no se llamen mujeres, las mujeres son otra cosa.

Habría que darle una vueltita.

¿Y eso de tener el 'sexo biológico' siempre en la punta de la lengua no es como un Dèjá vu de algún delirio supremacista de nuestra triste historia reciente?

Esto es solo un ejemplo de cómo las mujeres de primera clase tratan a las mujeres de cuarta clase.

Tal vez si actúas, respiras, atacas, acosas y humillas como patriarcado.

Entonces, eres patriarcado.

Tal vez, en lugar de clamar al cielo para que no se borre a las mujeres, sería deseable reclamar a los poderes terrenales para que se pueda acuerpar a las mujeres.

A todas ellas.

Porque las vidas trans importan.

Porque las mujeres trans nos han enseñado tantísimo a todos y todas de lo que supone la honestidad, la valentía y la verdad.

Tanto de eso que supone disputar la flagelante realidad a las supuestas propietarias de la misma.

De lo que es florecer en el aire.

En el año 2000, Stephanie Yellowhair, una mujer nativa americana trans fue detenida por escándalo público.

Durante la detención los polícías atacan una y otra vez a Stephanie, la llama «él», se ríen de su maquillaje o su ropa,

Ella, sentada en la parte posterior del coche de policía, dice: Disculpe mi belleza.

Ahí está la digna resistencia.

Del hecho de que a pesar de que el mundo quiera ver algunos cuerpos en lugares en los que se revalida el sufrimiento y el dolor una y otra vez.

A pesar de los juicios, del estigma y de toda la mierda.

Aquí estoy.

Soy hermosa y estoy viva.

Gracias, hermanas, compañeras, amigas, admiradas.

Yo también estoy aquí.

Con vosotras por siempre.