Según un sondeo de Metroscopia, el 77% de los madrileños está de acuerdo en que la región se mantenga más tiempo en la fase 0. En una comunidad autónoma cuya presidenta obtuvo el 22,2% de los votos en las elecciones, parece un consenso casi mágico, porque esta sociedad capitalina está fragmentada, dividida y confusa casi todo el tiempo. Ese 77%, además, sabe lo que supone ir a fase 1: una pequeña apertura pequeña de la vida, que no volverá nunca a ser como era, pero sí parecida, solo cuando se acabe esto de las fases. Es decir: que no somos tontos los madrileños, y sabemos que hasta julio no vamos a reconquistar gran parte del espacio, aunque necesitamos un poquito más de vida. Sí, ese es el verbo: lo necesitamos.

Ese 77% lleva dos meses confinado. Se dice pronto. Ha sufrido, ha pasado miedo; lo sigue pasando. Esa gente quiere certezas, aunque sepa que no las va a tener. Quiere que si mañana se puede sentar en una terraza a tomar algo, haya unas mínimas garantías de que no sea un viaje a una sanidad que no detecte pronto que enferma, que le pueda atender con solvencia y que le sirva de red ante la enfermedad y el miedo.

A ese 77% se le está diciendo que, tras dos meses sin salir de casa, en la región más golpeada y que a día de hoy, aunque ha mejorado muchísimo, sigue provocando contagios, ingresos y muertes por encima de lo que le correspondería por volumen de población, no se espere una semana más para extremar las medidas de seguridad. Ese 77% sabe que el gobierno central ha repartido 16.000 millones a las comunidades para que lo inviertan en Sanidad. Sabe que se llegará a unos mínimos estándares para poder ir abriendo la vida si las autoridades trabajan y quieren.

Ese 77%, seguro, tiene intereses económicos y vitales, diría que de salud mental casi, en que se llegue a la fase 1. En esa nueva realidad se recuperan espacios que nos harán la vida más agradable y permitirán que algunas personas, sobre todo las que tienen comercios, empiecen a recuperar un poquito de lo mucho que han perdido y van a perder. Muchos de ellos, los que se juegan el pan, y no solo la salud mental y física, también están en ese 77%.

Muchas veces me cuesta explicar Madrid a la gente que no es de aquí. Y es paradójico: es tal la avalancha de 'madrileñismo' en los medios, se magnifica tanto lo que pasa en esta ciudad, tienen que estar tan hasta los cojones los de otras provincias de nosotros, que lo normal es que piensen que nos conocen mucho. Y sí, nos conocen mucho, al menos mucho más de lo que les conocemos nosotros a ellos. En el modelo de país que hemos creado, la brecha entre Madrid y lo de fuera es cada vez más grande. Pero Madrid es un lugar tan inmenso y tan variopinto que ni décadas de una política inmisericorde e inamovible, con un objetivo claro (y conseguido) de reconfigurar los modos de vida acorde a una ideología, han conseguido uniformarla.

Por eso, ver que ese 77% aboga por algo junto, como un bloque sin tremendas fisuras, y que ese algo es protegernos, ser prudentes y no darnos prisa tras semanas de sufrimiento, no solo me enorgullece, sino que me maravilla. ¿Por qué? Porque no creo que haya existido en esta comunidad un consenso tan grande alrededor de nada. Nunca. Y, en el fondo, me hace sentirme orgulloso de mis vecinos y vecinas, que no es algo que me ocurra mucho. Por fin Madrid me representa. Ese 77% es Madrid. Lo demás, no.