La vida de la pintora Artemisia Gentileschi quedó marcada por un hombre: el profesor particular que la violó en cuando tenía 17 años. Ella le denunció aunque en la Roma del siglo XVII eso era toda una temeridad. No solo porque el juez no la creyó, sino porque la torturaron físicamente durante el juicio para intentar que reconociera que se lo había inventado todo.

La tortura consistió en atarle cuerdas a los dedos y tirar de ellos hasta el límite de la fractura. Pero no cambió su versión y al final las pruebas eran tan evidentes que el violador fue condenado. Eso sí, nunca cumplió la pena.

La venganza de Artemisia fue pintar un cuadro, que perviviría durante siglos como grito por la igualdad de la mujer. Se representó a sí misma como Santa Catalina de Alejandría, una mujer condenada a morir aplastada por una rueda con cuchillas. Su crimen: retar y ganar en un debate intelectual a varios hombres sabios.

Como la santa, Artemisia también se atrevió a desafiar a los hombres, denunciando a su violador y soportando la tortura del juez que no la creía. Por eso nos mira directamente y con aire desafiante. Pero hay un detalle fundamental: toca orgullosa la rueda con cuchillas que estaba destinada a matarla. Nos está diciendo que no le tiene miedo, que la justicia masculina ya no le asusta.

A partir de ahora, piensa pelear.