Sí, es vergonzoso. Entiendo su cabreo con los políticos. Es el mismo que nos sale a los que cada semana asistimos, atónitos, a las sesiones parlamentarias del Congreso. Pero esta vez se han pasado siete pueblos. Cada palabra era un escupitajo en la cara del adversario. El Congreso no acostumbra a ser un lugar plácido, lo sabemos. La hemeroteca acumula sonados enfrentamientos. Pero ahora no hay nivel. Ese es el problema. El nivel parlamentario, los discursos sesudos, las reflexiones inteligentes, la palabra mordaz y la ironía, incluso el humor, han desaparecido. Ni rastro de debate. Nada que deje con la boca abierta por brillante. Y créanme que esto de lo que les hablo existió en un tiempo pasado.

Pero ahora lo único que escuchamos es un cúmulo de acusaciones, insultos y palabras grandilocuentes que no llegan a ningún sitio. Todo eso se arroja al centro del hemiciclo como si les pagaran al peso. El Partido Popular ha optado por hablar de todo y de nada. Todo les parece mal. Nada les parece bien. Hacen preguntas y ellos mismos se contestan. O directamente no preguntan. O preguntan rozando el absurdo. Porque preguntar a Sánchez qué le parece su propio gobierno de coalición es lo mismo que no preguntar. ¿Qué buscan con cuestiones así? ¿De verdad creen que Sánchez va a contestar que su Gobierno es comunista, filoetarra y que está arruinando España?

Es curioso cómo se pierde, a veces, el tiempo en el Parlamento. Es algo que no deja de sorprenderme. Qué necesario es reformar el reglamento y organizar una cámara más moderna, ágil y sin casi espacio para las trampas.

Cuando el PP interviene, se encuentra enfrente con un Gobierno que repite que no quiere confrontar, pero al final acaba bajando al barro, aunque lo hace con un tono menos agresivo que el de la oposición. Algunos, como Pablo Iglesias, hacen verdaderos esfuerzos por contenerse, y se nota. Pero, al final, la corriente arrastra todo lo que se va quedando en la orilla y el ambiente se convierte en irrespirable.

Ayer me decían que el PP y el PSOE son como un matrimonio acabado. Mantienen desde hace demasiados meses una relación viciada. Su interlocución no es sana. Entre ellos no hay confianza ni espacio para un diálogo sincero. Solo caña, caña y caña. Lo que ven es lo que hay.

Solo hay una opción: que se avergüencen tanto de lo de esta semana que decidan, al menos, aparentar que se respetan. Así, quizá, el resto del país vuelva a respetarlos.