Iñigo Errejón y Pablo Iglesias volverán a compartir espacio en el Congreso. No tienen relación. Nada queda de aquella pasión universitaria ni de su admiración mutua. Son, desde enero, enemigos íntimos. El líder de Más Madrid regresa a la política nacional tras su fugaz paso por la Asamblea madrileña.

El 3 de diciembre comienza una nueva legislatura y Errejón repetirá el camino que ya hizo en 2016. Casi 4 años que parecen media vida. Nada es como entonces. En aquella ocasión el Congreso abría sus puertas a la XI legislatura. Podemos llegaba a las instituciones directamente desde la Puerta del Sol, recordarán aquella sesión, sobre todo, porque la entonces Diputada Carolina Bescansa acudió al hemiciclo con su bebé. Los protagonistas de esta historia estaban de estreno y eso se notaba. Errejón se sentaba entonces al lado de Iglesias. Era su mano derecha, su número dos, su persona de confianza, eran buenos tiempos para la lírica entre los fundadores de Podemos. Levitaban ilusionados por haber conseguido hacerse un importante hueco en la política

al grito de ¡Sí se puede!

Los que vivieron aquella época a su lado dicen que llegaron al Congreso siendo la mejor versión de sí mismos. Tenían diferentes hipótesis políticas en algunas cosas, distintos estilos, pero se escuchaban. Todo fluía entre ambos, pero dentro de las instituciones las diferencias ideológicas y estratégicas salen pronto a relucir y su relación política y personal comenzó su erosión poco después de aquel 13 de enero.

Errejón fue nombrado portavoz parlamentario de Podemos en el Congreso y algunos compañeros de escaño percibieron muy rápido que aquello "no iba a chutar". Entre ellos empezó a germinar una importante confrontación ideológica por la forma en la que desarrollar la nueva fuerza de izquierdas que ambos habían creado. Pero también, al mismo tiempo, se fue fraguando una gran desconfianza personal por el control de la organización morada. Un cóctel explosivo en cualquier partido político.

El origen del distanciamiento varía dependiendo de a quién preguntes. Son varias las causas, pero hay una que lo complica todo y en la que unos y otros coinciden: la relación con el PSOE. Errejón y los suyos buscaban una relación con los socialistas más amable, dialogante y de entendimiento. Lo llamaban entonces y lo siguen llamando: competición virtuosa. Al líder de Más Madrid no le gustó nada la rueda de prensa de Iglesias en la que ofreció un Gobierno a Sánchez al mismo tiempo que le reclamaba ocupar determinados Ministerios.

Para las personas próximas a Iglesias, Errejón boicoteaba los posicionamientos de la formación morada, insinuando en diferentes círculos que debían facilitar las cosas al PSOE y debilitando así sus negociaciones. "Es un fragmentador permanente", aseguran. Los Errejonistas culpan también del deterioro de las relaciones a las personas de las que empezó a rodearse Pablo Iglesias. Hablan de Rafa Mayoral, de Irene Montero y de Juanma del Olmo, actual Secretario de Comunicación del partido. Creen que, empujado por ellos tres, Iglesias recuperó su lado más comunista. Abrazando discursos que se alejaban de los objetivos para los que alumbraron el partido, alimentando viejos fantasmas del pasado sobre la izquierda clásica europea. Los Pablistas en aquella época veían a un Errejón que solo pensaba en él y en su agenda propia.

Y fue así, coincidiendo con el voto en contra de Podemos a un gobierno de PSOE y CS, cuando sus carreras políticas dejan de ir en paralelo.

A partir de ahí, su relación no hizo más que empeorar. El día a día entre ambos se convirtió en una cascada de encontronazos públicos y privados. Iglesias llegó a acusar a Errejón de poner en marcha campañas internas de propaganda. El líder de Más Madrid ya no ocultaba que quería otro Podemos.

La diferencia ideológica se traspasa a la lucha organizativa. Llegó la madre de todas las batallas. A cara de perro. Vistalegre II. Ambos se miden en el ring, sin medias tintas, ante la atenta mirada de cualquiera que quisiera entretenerse con el culebrón. Iglesias arrasó. Se hizo con casi todo el poder de la organización, obteniendo el 89% de los votos. Ambos llegaron a un trato. Iglesias buscó una salida para Errejón, ofreciéndole ser el líder de Podemos en Madrid para pelear por la presidencia de esa Comunidad. Parecía todo arreglado pero llegó otra crisis.

Las primarias de Podemos en la Comunidad de Madrid abrieron el enésimo boquete con otros nombres propios en medio del conflicto: Ramón Espinar y Carolina Bescansa. Estalla la crisis que traería el final de una vida política conjunta. En aquellos días la relación empezaba a tornarse irreconducible.

Pero no fue hasta enero de 2019 cuando se produce la desconexión total entre ambos. Desconexión política y anímica. Cuando Errejón anunció que se presentaría a las elecciones de la Comunidad de Madrid con otra marca propia: Más Madrid. Lo anunció sin consultarlo antes con Pablo Iglesias, su Secretario General. Ni tan si quiera le informó de sus planes. Quienes vivieron ese momento cerca de Iglesias aseguran que fue devastador para él. El golpe más duro. Los que le susurraban al oído ya le habían advertido que algo así pasaría.

Con todos estos recuerdos se producirá el reencuentro entre Errejón e Iglesias en el Congreso. El líder de Más Madrid asegura que no vuelve para dividir ni esto es una revancha contra Iglesias. Busca un hueco, "un espacio de una izquierda diferente que favorezca los consensos". Ese espacio es lo que les separó y ese espacio, de alguna manera, vuelve a unirles. Será interesante ver cómo se relacionan unos y otros con el PSOE de Sánchez. Estaremos entretenidos buscando las siete diferencias. En la formación morada aseguran que la llegada de Errejón no ha causado ni más ansiedad ni más crisis que cuando anunció que creaba Más Madrid. Sí reconocen estar preocupados por si la irrupción de Errejón frena el mantenimiento de Podemos que muestran las encuestas. También temen que condicione la mayoría progresista que permita un Gobierno. Lo único claro es que Iglesias y Errejón volverán a condicionar la política española.