Cuando he visto a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez firmando el preacuerdo para un gobierno de coalición me han venido varias imágenes a la cabeza. Fotografías muy parecidas. Primero me he acordado de aquel 24 de febrero de 2016. También en el Congreso. Aquella vez en otra sala. Pero la escenografía muy parecida. Ese día Sánchez firmó otro acuerdo. Pero con Albert Rivera. Era un acuerdo para un gobierno progresista y reformista. Aquella firma, aquella foto, aquellas medidas quedaron en nada. Rivera y Sánchez no consiguieron los apoyos que necesitaban para llevar a cabo su plan. La historia acabó, 8 meses después, con Pedro Sánchez dejando el acta de diputado y con el PSOE absteniéndose para que gobernara Rajoy.

La foto de hoy también me ha recordado a otra con los mimos protagonistas frente a las cámaras. Sánchez e Iglesias. Fue un 11 de octubre de 2018. Ese día la cita fue en Moncloa. Ambos líderes se hicieron, prácticamente, la misma instantánea que hoy. También hubo dos banderas. La de España y la de Europa. También dos plumas y dos ejemplares del acuerdo. También dos firmas. Pero también ese acuerdo murió en un cajón por la misma causa. Se necesitaban más apoyos que nunca llegaron. Eso desencadenó en la disolución de las Cortes en marzo y desde entonces estamos con un gobierno en funciones.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han rubricado hoy lo que parecía imposible. Al menos para el PSOE. Lo que le quitaba el sueño a Pedro Sánchez ha empezado a tener efectos sedantes.

Ambos partidos han tardado muy poco en leer los resultados electorales y ponerse a trabajar en un gobierno de coalición. Entre los dos, desde abril, han perdido más de 1.300.000 votos y 10 escaños. Además la extrema derecha de Vox se sienta con fuerza en el Congreso de los Diputados.

Lo han hecho todo de manera radicalmente opuesta a como lo hicieron en la negociación fallida. Primero, discreción. Segundo, Sánchez e Iglesias pilotando las negociaciones y tercero, solo tres personas más en el meollo. Nada de equipos negociadores como equipos de fútbol. Esta vez solo Irene Montero, Adriana Lastra e Iván Redondo. Además han empezado hablando de medidas, de la hoja de ruta y las prioridades de su Gobierno, y no de los cargos que va a ocupar cada uno. Eso lo dejan para después de la investidura.

Ambos partidos, con los hechos, parecen estar reconociendo que lo que ocurrió desde abril a septiembre fue un espectáculo lamentable que no debía repetirse. Solo queda que den explicaciones de por qué lo hicieron entonces tan mal y de por qué nos llevaron a una repetición electoral.

PSOE y Unidas Podemos suman 155 síes en una investidura. Parece sencillo que puedan ganarse el apoyo de Más País, PNV, CC, Nueva Canarias, Teruel Existe, Partido regionalista de Cantabria y BNG para llegar a los 170.

PP, CS , Vox y Navarra Suma ya han dicho que votarán no y eso son 152 votos en contra.

El problema es que no sabemos dónde se colocarán los partidos independentistas catalanes y vascos. ERC, Junts, Bildu y la CUP suman 28 escaños. Y si todos se oponen a la investidura del candidato socialista, las cuentas no les salen a Sánchez y a Iglesias. 180 noes frente a 170 síes. PSOE y Unidas Podemos necesitan convencer al menos a 11 de los diputados independentistas para que se abstengan y faciliten la investidura.

Veremos si hay candidatos para este movimiento tendiendo en cuenta que las elecciones de Cataluña están a la vuelta de la esquina. Si ERC ayuda a Sánchez a seguir en la Moncloa puede ser acusado de traidor y perder peso en el Parlament, dejándole espacio a la CUP y al partido de Puigdemont.

Estas son las posiciones y las cuentas a día de hoy. Horas después de que se anunciara el Gobierno de coalición. Esto no ha hecho nada más que empezar.

Un diputado de Unidas Podemos ve chupada la investidura. Un miembro del Gobierno cree que no va a ser fácil. Las próximas semanas sabremos quien lleva razón.