Leal. Lista. Muy lista. Eficaz. Conciliadora y dialogante. Controladora, mandona. Habilidosa. Estadista, en toda su polisemia y ambivalencia. Pero también flexible, amable, cercana, paradójicamente firme y al mismo tiempo con capacidad de escuchar y adaptarse.

Así es como me definen sus ocho compañeros de la Mesa del Congreso a Ana Pastor a punto ser despedida como Presidenta. Son las personas que han trabajado con ella casi 3 años, desde el 19 de julio de 2016 en que fue elegida. No les desvelaré a quién pertenece cada uno de los adjetivos, solo les diré que se conocen muy bien entre ellos.

Alguno me confiesa, en tono de broma, que solo les ha faltado casarse, "la convivencia ha sido intensa".

En la Mesa del Congreso hay diputados y diputadas de todos los colores políticos y fíjense, ninguno elige uno de sus defectos para definirla. Y también los tiene. Pero todos coinciden en que sus virtudes sobresalen por encima de todo.

Ana Pastor se mueve como pocos y pocas en el arte de la política. Un día, alguien que lleva muchos años en esto me dijo que una persona que no parece política es la más política. Y eso es Pastor.

Sabe lo que quiere. Lo que quiere hacer. Lo que quiere decir. Y lo dice. Sabe hasta dónde quiere llegar y lo consigue. Sin excederse ni una palabra. Aunque le pinches, no le sacas sangre si no está en sus planes. Al menos en público. En privado, si es necesario, saca a relucir su firmeza. Y lo hace con mano de hierro. La Mesa del Congreso es una bomba de relojería y todos y todas, con ella a los mandos, han evitado que no saltara por los aires.

Su legislatura no ha sido nada fácil. Más bien, muy complicada. Ha tenido que lidiar, seguramente, con uno de los hemiciclos más tensos, crispados y, sin duda, el más fragmentado de los últimos años. Por las formas y por el fondo. Estos años hemos vivido, a todas horas, entre insultos, gritos y algún supuesto escupitajo. Trazos gruesos con posiciones enconadas sin casi posibilidad de entendimiento. Una competición continua. Una campaña electoral permanente que ya había empezado antes incluso de que ella fuera elegida. Pero Ana Pastor ha conseguido, a pesar de eso, manejar con excelencia su papel institucional y que todos hablen bien de ella.

Es curioso que, durante este tiempo, el descontento hacia su trabajo venía muchas veces desde dentro del Partido Popular. En su grupo ha habido voces de diputados y diputadas que no han entendido que tendiera tanto la mano a los adversarios políticos.

Ana Pastor ha vivido todo tipo de situaciones incómodas presidiendo el hemiciclo, muchas cosas inéditas. Entre ellas, dos mociones de censura en apenas un año. Una de ellas la sufrió personalmente. La de Mariano Rajoy. Tuvo que ser ella quien anunciara el resultado de la votación que sacó a su jefe, pero sobre todo a su amigo, del Palacio de la Moncloa. Ana Pastor ha confesado que ha sido uno de los momentos más duros y tristes de su etapa como Presidenta de la Cámara baja.

Rajoy la eligió a ella por ser una mujer de su absoluta confianza. Seguramente no se le pasó por la cabeza que acabaría también presidiendo el Congreso con un Presidente socialista. Se pueden cambiar los colchones de Moncloa, incluso se puede derrocar a un Gobierno, pero no hay manera de dejar caer a la tercera institución del Estado salvo que él o ella renuncie a su cargo.

Ser Presidenta con Sánchez en Moncloa ha marcado los últimos meses de su mandato. Casi todas las semanas los ojos han estado puestos en ella, recibiendo acusaciones muy duras por el bloqueo de algunas iniciativas. Ella siempre se ha defendido diciendo que ha ejercido como la Presidenta de todos. Siempre se ha cuidado mucho de que todas las decisiones fueran de la Mesa y que no pesaran sobre su espalda. Pero no podemos olvidar que los Presidentes del Congreso también tienen derecho a voto y se posicionan sobre las cuestiones que se debaten y se deciden en la Mesa. Ana Pastor es del PP. Y vuelvo al principio. Leal. Una persona leal al PP. Y a Rajoy. Seguramente la mejor relaciones públicas de su partido y de sí misma.