Hace unos días terminé de leer "No digas nada" (Reservoir Books), un ensayo de Patrick Radden Keefe sobre los años de los troubles en Irlanda del Norte, el enfrentamiento entre los republicanos irlandeses con sus distintas facciones por un lado, y el Gobierno británico y los lealistas por otro. Aquellos años tiñeron de sangre el Ulster e Inglaterra en un conflicto que terminó con los acuerdos del Viernes Santo. Por el libro desfilan las más importantes figuras del IRA, con especial protagonismo de las hermanas Price, y los que sacaron rédito político del enfrentamiento, en especial Gerry Adams, probablemente el personaje que sale peor parado en el sensacional libro de Patrick Radden. Varios de los terroristas que aparecen en la obra acaban sus días con una sensación de vacío, de incomprensión al repasar sus vidas y sus crímenes. ¿Y todo esto para qué?, se preguntan.

El conflicto de Irlanda del Norte no es extrapolable, por mucho que se empeñen algunos, a Euskadi. ETA siempre se miró en el IRA, pero Irlanda del Norte estaba literalmente ocupada, la población estaba casi aritméticamente dividida en dos y el País Vasco nunca tuvo un Bloody Sunday, el día que el ejército británico mató a 14 manifestantes en Derry. Sí tuvo España muchos bloody fridays –el IRA colocó el 21 de julio de 1972 veintidós bombas en Belfast que provocaron nueve muertos–: Hipecor, Vic, Zaragoza… IRA y ETA causaron un insoportable e irreparable dolor.

Al acabar el libro sobre Irlanda vi la serie "ETA. El Desafío" (Amazon Prime), un documental que se centra en la lucha de la Guardia Civil contra el terrorismo etarra. Por la serie pasan agentes, periodistas, políticos, víctimas de ETA, familiares de terroristas, colaboradores de la banda armada… Es un fresco magnífico, una fotografía precisa de los años del terror en España contados por sus protagonistas, un retrato del dolor provocado por un grupo de fanáticos que contaban con la complicidad y el silencio de muchos de sus vecinos. Al ver la serie, a uno le queda una sensación muy parecida a la que deja la lectura del libro de Patrick Radden: el hombre que desde niño creció sin padre, los padres a los que les arrancaron a sus hijas, la madre que lleva tres décadas sin tener a su hijo, que gastó su vida ente la clandestinidad y la cárcel… ¿Y todo esto para qué?

Sólo en los últimos años, la historia del terrorismo de ETA ha sido llevada a productos de consumo masivo. El documental de Amazon y la adaptación televisiva de "Patria", la novela de Fernando Aramburu, son los últimos ejemplos. Va siendo hora de que de las pantallas se pase a las aulas: que una buena parte de los jóvenes ignore quién es Miguel Ángel Blanco da una idea de las lagunas que hemos dejado crecer en nuestra historia. Tal vez la vicepresidencia de la Memoria Democrática pueda hacer algo y programar en todos los institutos de España o, sencillamente, en el prime time de una cadena pública, el documental sobre ETA.