Escucho a muchas madres (y padres) decir esto ("yo nunca dejaré que tenga móvil propio ni redes sociales") super convencidas, categóricas, con una seguridad aplastante. Seguidamente, me dicen que sus hijas o hijos tienen 5 o 6 años y lo entiendo todo. Qué fácil es educar en la adolescencia desde la distancia. Para mí también lo fue. En esto, tampoco estamos solas.

También escucho a personas muy conocidas decir esto desde un lugar distante de privilegio y paradójicamente en vídeos que se viralizan en redes sociales o personas influencers y académicas que utilizan el mismo medio para decir que no se usen las redes sociales mientras ellas abusan.

Un discurso que ha cobrado fuerza, que se aplaude y se comparte como la espuma, dejando al resto de familias en el lado oscuro, ese lado del juicio constante y la culpa infinita. Y en todo esto, se nos olvida escuchar a los adolescentes y se nos olvida entender por qué el lado oscuro no interesa que cambie de bando.

Ayer formé parte de la presentación del informe de UNICEF sobre bienestar digital, la mayor investigación realizada hasta la fecha sobre el impacto del entorno digital en niños y adolescentes. No voy a hablaros de datos porque esto lo podéis encontrar en muchos medios. A mí lo que más me gustó, con mucha diferencia, fue escuchar a los adolescentes. Dijeron claramente: "carece de sentido que se nos prohíba tener acceso a la tecnología" y continuaban exigiendo que lo que tiene que pasar es que internet y las redes sociales sean un lugar seguro. Esa es nuestra responsabilidad, de todos y cada uno de los que estábamos allí: familias, empresas e instituciones.

Yo también lo dije hace unos años. "No tendrá móvil hasta la universidad". Pero llegó el día. Mi hija mayor fue de las últimas en tener móvil propio. Mi hija mayor fue de las últimas en tener cuenta de Tik Tok. Y en esta última confesión, estoy preparada para que toda la comunidad de 'Adolescencia libre de móviles' se me eche encima. ¡Aquí estoy!

Yo también me resistía. Pero durante estos años de madre si por algo me he dejado la piel, hasta en los momentos más difíciles de conciliación, ha sido por trabajar bien la confianza con mis hijas. Me equivoco cada día, pero puedo decir, 14 años después de estrenarme como madre, que mi hija cuenta conmigo y es de lo que más orgullosa me puedo sentir.

Justo cuando estoy escribiendo esta columna, volviendo a casa en tren, recibo un mensaje de whatsapp de mi hija mayor: "Mami, ¿qué tal ha ido? Luego tengo algo que contarte".

El paso no lo di alegremente. Me asesoré, me informé y lo hablé mucho con ella. Cuenta privada, con restricciones, por supuesto. Dispositivo móvil con control parental, family link, límite de tiempo y contenidos. Normas claras. El móvil se queda en casa cuando va al instituto y está fuera de su habitación cuando estudia y cuando duerme, por supuesto. Lo que podemos hacer nosotras, las madres y las familias es acompañar, supervisar y educar en tecnología con normas. Esa es nuestra cuota de responsabilidad.

Ayer tuve que escuchar que "las familias estamos haciendo poco". Más bien, las familias estamos haciendo lo que podemos y hasta donde podemos, con los recursos que tenemos.

No hay nada peor que manejar la sociedad desde la culpa y el miedo. La culpa paraliza. El miedo lleva a la prohibición. Y la prohibición no es el camino. Pero para hacerlo de otra manera necesitamos un compromiso real.

Necesitamos tiempo. Tiempo para educar y acompañar. Esto con una conciliación familiar que brilla por su ausencia, difícil.

Necesitamos formación. Recursos y conocimientos para educar digitalmente. Sin conocimiento, el miedo y la prohibición vuelven.

Necesitamos compromiso del sistema educativo. Estos temas deben ser centrales en la educación de nuestros hijos e hijas también en la escuela.

Necesitamos regulación. Leyes que protejan a la infancia de los peligros y los contenidos violentos que les persiguen por internet. Y necesitamos que las plataformas rompan el silencio y asuman la gran responsabilidad que tienen.

Pero es mucho más fácil decir que las familias estamos haciendo poco mientras la verificación de edad no se termina de implementar o las plataformas siguen sin perseguir a aquellos que generan odio y violencia cada día en cualquier red social.