Hemos pasado del Día de Todos los Santos a importar la tradición de celebrar la noche de Halloween. Mientras nuestra tradición era llevar flores a nuestros seres queridos al cementerio, los más pequeños se suman a la tradición de ir pidiendo chucherías y gominolas puerta por puerta de las casas y darse un atracón de azúcar.
Una tradición nada saludable. De hecho, según algunos estudios, un niño estadounidense puede llegar a consumir, de media, un kilo de dulces y caramelos este día. O lo que es lo mismo, casi 220 sobres de azúcar. Estas cifras hacen difícil distinguir, a nivel nutricional, qué es truco, y qué es trato.
En España no llegamos a estas cifras, pero tampoco nos quedamos atrás. Un niño que siga esta tradición puede llegar a triplicar la cantidad máxima recomendada de azúcares libres y añadidos. Y, aunque lejos de causarles hiperactividad, ya que no está demostrado suficientemente a nivel científico, lo que sí está de sobra demostrado es la predisposición a la obesidad, diabetes o las caries que causan estos excesos.
Cabe recordar que la recomendación para los niños menores de 2 años es cero azúcares añadidos. Nada. Ni un gramo. A partir de los 2 años se tiene como guía no superar el 10% de las calorías de la dieta en forma de azúcares. De hecho, se está planteando bajar la recomendación a solo un 5% ya que la evidencia del riesgo de generar caries parece que es muy fuerte. O lo que es lo mismo, no superar los 15 gramos de 2 a 4 años, y de 4 a 14 años no superar los 25 gramos.
A simple vista puede parecer mucho, pero si vemos las cantidades de azúcar libre que tienen las chucherías más comunes, podemos ver que con solo 100 gramos de éstos nos pasamos (y de lejos) del límite máximo. Cien gramos de ositos de gominola pueden llegar a tener 46 gramos de azúcares, mientas que las famosas “nubes” llegan a tener hasta 70 gramos. Los caramelos blandos superan estas dos cantidades, llegando a aportar hasta 83,5 gramos de azúcar cada 100 gramos.
El ejercicio es sencillo. Basta con ver la gran cantidad de chucherías y gominolas que puede comer un niño un día como hoy y hacer un cálculo mental rápido. Pueden llegar a triplicar la recomendación de forma sencilla, rápida y casi sin que nos demos cuenta. Por eso, la próxima vez que pensemos “un día es un día”, además de ser compasivos, está bien que pongamos límites. El resto, o las dejamos para otro día, o también podemos fomentar que compartan con amigos y familiares.