Alemania es un duro acreedor. De los que a la mínima te manda al paso de la oca al Cobrador del Frac, pero con botas de cañas alta y gorra de plato. Los teutones son implacables con los países deudores e impermeables a cualquier tipo de piedad o amenaza, como cuando Tsipras barajó salir del euro y Merkel cortó el grifo a los bancos griegos. El papel se acabó en los cajeros y se anunciaba debacle, hasta que el gobierno heleno reculó y agachó sumiso la cabeza. Aceptaba el rescate, la tutela, la humillación y hasta las bundes-collejas por atreverse a desafiar a Berlín.

Pero como todo implacable acreedor, Alemania tiene también memoria selectiva. En 1953, con la Guerra Fría cogiendo velocidad, EEUU, Reino Unido, Bélgica, Francia, Canadá, Ceilán, Dinamarca, Irán, Irlanda, Italia y varios países más entre los que estaba Grecia, todos ellos damnificados por los efectos de la blitzkrieg nazi, decidieron anular un 62'6% de la deuda alemana. Esta generosa quita de quienes más sufrieron las correrías del Reich en busca de "espacio vital" y el plan Marshall, facilitaron un rápido crecimiento de la República Federal Alemana y su resurgimiento como potencia mundial.

Sesenta años después, el Gobierno de Merkel, de flaca memoria histórica, exigió a Grecia el pago íntegro de su deuda. No tuvo piedad con un país que es además socio europeo.

Actualmente y tras salir del rescate, Grecia insiste en que Alemania aún le adeuda reparaciones por laminar vidas, infraestructuras y por cuatro años de siempre incómoda ocupación militar. Atenas cifra la deuda germana en 270.000 millones de euros. Alemania se sacude responsabilidad alguna recordando el pacto del 53 y que 70 años después de la guerra estas exigencias han perdido su base justificatoria. "Pero oiga, Konstantinos, cómo me viene ahora con esas, ¡que agua pasada no mueve molinos! Ahora, atento, que Hans le va a dictar un par de nuevos recortes". Lo dicho, exigencia máxima para con los demás y memoria de pez para los "pecadillos" propios.

Pocos años después nos encontramos con otra grave catástrofe europea que afecta lógicamente y en primer lugar a los que sufrieron los recortes, rescates y la férrea política de austeridad de la UE en la última crisis. Nueve países demandan "eurobonos", que todas las naciones emitan deuda de manera conjunta para financiarse en mejores condiciones y amortiguar una crisis que promete ser bíblica. Una idea solidaria y unitaria de afrontar la crisis, todos juntos como hermanos en un club de iguales con la mirada puesta en consolidar la unión de todos los europeos, más ahora que pintan bastos con la salida de la pérfida Albión. Que se note ahí afuera que somos una piña con una sola voz. Que Johnson sufra de envidia desde su confinamiento al ver tanta camaradería y sana francachela. Pues nones. Los que cortan la pana quieren seguir en posesión de la tijera. Holanda, Austria y Finlandia cierran filas en torno a la cancillería federal alemana para cortar el paso a tanto grito de auxilio y reivindicación de un espíritu europeo que no es tal.

"Nada de compartir la deuda con los 'pigs'", clama el Gobierno holandés. Que incluso deja entrever ese viejo desdén calvinista por los manirrotos y caóticos latinos. Aquello tan manido de que bien vive la morena cigarra a costa de las hormigas rubias que saben ahorrar y gestionar. El norte se niega a compartir los costes de la crisis y prefiere que cada uno se las apañe en función de sus posibilidades, y el que no tenga parné, que pida rescate y alargue su dependencia.

Una esperanza guardan los países del sur. Que en su altanería el norte no haya caído en que esta crisis es global. Que el miedo al final llegará también por esos pagos y hará entrar en razón a gobiernos que siguen creyendo que las peticiones de líquido del sur son lo de siempre: mucha samba y poco laboro. Llama la atención que en EEUU demócratas y republicanos han apartado sus diferencias para consolidar un gran plan de dos billones de dólares en tiempo récord, mientras que en las cancillerías del norte se han olvidado de los principios de solidaridad europeos que ya debían ser norma.

La falta de solidaridad europea

Europa esta descoordinada. Es incapaz de abordar lo que la propia presidenta de la Comisión Europea calificó como "la mayor tragedia humana dentro de Europa desde las dos guerras mundiales". Mucho discurso grandilocunte, pero a la hora de pasar a la acción, cero meneo. Los gobiernos europeos prohíben la exportación de material sanitario a otros países socios mandando al garete la tan cacareada "solidaridad europea", la falta de política común de asignación de equipos y el fracaso de los eurobonos demuestra que Europa no es capaz de organizarse como la unión que pretende ser. Parece que no hemos aprendido de los errores de la pasada crisis. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, explica muy bien la situación: "España e Italia están en la trinchera. Si cede la primera línea, el enemigo invisible se expandiría por todas partes". Pero Europa sigue enzarzada en debates y propuestas sin tomar una respuesta rápida y compartida. Y el problema que Alemania u Holanda se van a encontrar si no hay una reacción a tiempo no es sólo un incremento de infectados o fallecidos, o el colapso de sus UCIs, sino una recesión que no respetará país alguno. Tampoco a los dos principales beneficiarios del euro: países bajos y Alemania.

'La imagen de Europa, una de las grandes perjudicadas'

El problema de esta falta de solidaridad europea no es sólo traicionar los ideales que nos llevan vendiendo desde enero de 1986, es que los populismos van a tener gasolina para los próximos años. Tal vez décadas. Una Europa impasible e insolidaria mientras los palacios de hielo se llenan como improvisadas morgues alienta el sentimiento antieuropeo. Mientras, países como Rusia, China o Cuba toman la delantera y ofrecen médicos y ayuda antes que Bruselas. Sanitarios cubanos y rusos desplegados en Bérgamo es una bofetada a esa imagen de la Europa rica, solvente y desarrollada que dábamos por hecho. Los líderes europeos se enzarzan en videoconferencias interminables echándose viejas cuentas en cara mientras EEUU, China o Rusia dan una envidiable imagen de unidad y disciplina.

La imagen de Europa va a ser una de las grandes perjudicadas en esta pandemia. La UE es un club meramente económico a pesar de que nos vendan lo contrario. Y va a haber quien sepa aprovechar esa debilidad.