Los disruptores endocrinos son sustancias capaces de interferir con el sistema hormonal. Pueden imitar a las hormonas naturales, bloquear sus efectos al unirse a los receptores o interferir con su producción, transporte o metabolismo. Este tipo de interferencias, si se dan en dosis elevadas y de forma continuada, pueden provocar alteraciones del desarrollo, de la fertilidad, del metabolismo o del sistema inmunológico. Ahora bien, que una sustancia tenga capacidad de actuar como disruptor endocrino no significa que lo haga en todos los contextos, ni mucho menos que esté presente en nuestra vida cotidiana en cantidades peligrosas. Sin embargo, los miedos han colonizado el espacio de los hechos científicos.

El plástico, el microondas y el mito del tupper

Uno de los grandes miedos contemporáneos es calentar la comida en un tupper. En los años 50 se empezaron a utilizar policarbonatos —un tipo de plástico muy resistente— para fabricar envases, biberones y utensilios de cocina. Estos plásticos se sintetizaban a partir de bisfenol A (BPA), una sustancia con capacidad de actuar como disruptor endocrino.

Resulta prácticamente imposible que el policarbonato libere BPA, pero aun así, por principio de precaución, hace más de una década que el BPA está prohibido en envases alimentarios, biberones y productos infantiles, y en 2023 la EFSA, tras una reevaluación científica completa, prohibió el uso de cualquier plástico sintetizado a partir de BPA en cualquier material que vaya a estar en contacto con alimentos.

Los tuppers que se venden hoy en día como aptos para microondas están fabricados con otros materiales plásticos que cumplen estrictos requisitos de migración de sustancias a los alimentos. Por tanto, si un envase está etiquetado como "apto para microondas", es completamente seguro. Tan importante es esto como recordar que el vidrio, la cerámica o el metal para uso alimentario deben cumplir los mismos requisitos de seguridad que cualquier otro material, de lo contrario podrían contener metales pesados o pigmentos tóxicos que podrían migrar a los alimentos.

Cosméticos y el mito de los parabenos tóxicos

Los parabenos son conservantes eficaces que evitan el crecimiento de bacterias y hongos en los productos cosméticos, permitiendo que mantengan su calidad durante más tiempo. Los parabenos son una familia muy extensa de sustancias, y algunos de ellos se han señalado como posibles disruptores endocrinos. Sin embargo, los estudios han demostrado que los parabenos autorizados en cosmética —como el metilparabeno y el etilparabeno— son seguros en las concentraciones permitidas, tal y como dicen las autoridades sanitarias del SCCS (Scientific Committee on Consumer Safety).

Además, desde 2014, la normativa europea regula con precisión qué parabenos están permitidos y en qué proporciones. Así que, cualquier cosmético que se comercializa en Europa, sea donde sea que se fabrique, debe cumplir la legislación europea, por eso no hay motivo para temer ni a estos ingredientes ni a ningún otro. La regulación es sumamente estricta y severa: ante la mínima sospecha de que una sustancia pudiese suponer un peligro para la salud, se prohíbe sin contemplaciones.

El mito de los disruptores endocrinos en frutas y verduras

Existe el falso mito de que los pesticidas o fitosanitarios que se emplean en agricultura están cargados de sustancias peligrosas, muchas de ellas supuestos disruptores endocrinos. Sin embargo, todos los productos fitosanitarios autorizados deben pasar evaluaciones toxicológicas y ecotoxicológicas exhaustivas.

Desde hace años, la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) revisa los criterios para identificar posibles disruptores endocrinos en los productos agrícolas y ha establecido límites de exposición seguros. Además, es importante recordar que los fitosanitarios son una herramienta muy útil para que la agricultura sea cada vez más sostenible —menor requerimiento de agua, protección de la biodiversidad, mayor eficiencia por cosecha y hectárea, etc.— por eso incluso la agricultura ecológica también emplea fitosanitarios.

El fitosanitario que concentra las mayores preocupaciones y sobre el que hay más desinformación es el DDT; sin embargo, el DDT, que es un insecticida, es uno de los primeros señalados por su persistencia y toxicidad. Fue prohibido en España en los años 70, y a nivel internacional por el Convenio de Estocolmo en 2001, así que llevamos muchos años sin DDT.

La recomendación de lavar las frutas y las verduras con agua no es para eliminar disruptores endocrinos, sino para eliminar suciedad, tierra, restos de polvo, insectos y microorganismos que pueden estar en la superficie del alimento. La Salmonella, el E. coli, o la Listeria son patógenos responsables de buena parte de las intoxicaciones alimentarias y se podrían evitar con un gesto tan sencillo como lavar la fruta y la verdura.

El mito de las sartenes con antiadherentes peligrosos

Otra sospecha frecuente recae sobre las sartenes con recubrimientos antiadherentes de politetrafluoroetileno (PTFE), conocido comercialmente como Teflón. Aunque en el pasado algunos procesos de fabricación utilizaban compuestos como el PFOA, que sí generaban preocupación, hoy en día estos compuestos están prohibidos y han sido reemplazados por alternativas seguras.

Tal y como señala la EFSA, los recubrimientos actuales son inertes a temperaturas normales de cocción y no representan riesgo para la salud, siempre que se utilicen según las indicaciones del fabricante; lo que significa que cualquier sartén quemada o con el antiadherente agrietado o con la superficie rallada, debe reemplazarse por una nueva.

El mundo es más seguro que nunca, pero el miedo vende más

En un entorno saturado de desinformación, es fácil que cunda el pánico. Pero todos los productos que han pasado por los controles de seguridad de la legislación europea —sea un cosmético, una sartén, un envase o un pesticida— son seguros para el uso previsto. La ciencia no garantiza una vida sin ningún riesgo, pero sí garantiza que el riesgo esté controlado, medido y comunicado con rigor.

Hoy sabemos más sobre toxicología, endocrinología, bioquímica y ciencia de materiales que en ningún otro momento de la historia. Y la regulación es cada día más estricta en todos los sectores. Todo lo que nos rodea es más seguro que nunca. Sin embargo, el miedo acapara nuestra atención, por encima de los hechos científicos, cuyas verdades suelen ser más complejas y requerir de explicaciones más engorrosas. Hoy en día la atención es un bien tan codiciado que hay quien decide acapararlo a toda costa, incluso con desinformación.

El peligro de la desinformación no solo es hacerte creer una mentira. El mayor peligro de la desinformación es hacerte desconfiar de la verdad.