Cuando hablamos de maternidad asistida —ya sea mediante ovodonación (óvulos de donante), gestación subrogada (una mujer gesta el embrión de otra persona) o el método ROPA (una mujer aporta el óvulo y la otra lleva el embarazo)— es frecuente preguntarse: ¿Por qué el hijo se parece a la madre gestante? ¿Existe algún vínculo biológico más allá del ADN?

La respuesta está en la epigenética, una disciplina que estudia cómo el entorno uterino puede influir en la forma en que se expresan los genes heredados, sin alterar su secuencia. Es decir: el útero no cambia el ADN del embrión, pero sí puede decidir qué partes de ese ADN se activan, se silencian o se modulan.

¿De dónde viene el ADN de un hijo?

Cuando se produce la fecundación, el embrión se forma a partir de dos gametos: el óvulo de la madre y el espermatozoide del padre. Cada uno aporta 23 cromosomas, de modo que el hijo hereda la mitad de su información genética de cada progenitor.

En esos cromosomas se encuentran los genes, que pueden presentarse en distintas versiones llamadas alelos. Algunos son dominantes, como los que determinan el color de ojos marrones, y se expresan aunque solo estén presentes en una copia; otros son recesivos, como los de ojos azules, que necesitan dos copias para manifestarse.

El ADN es, en esencia, un manual de instrucciones: define el potencial biológico de una persona. Pero ese manual puede leerse de muchas maneras diferentes, y ahí es donde entra en juego la epigenética.

¿Qué es la epigenética?

La epigenética estudia cómo los factores ambientales —alimentación, estrés, contaminación, o incluso el entorno uterino durante la gestación— pueden modificar la expresión de los genes sin alterar su secuencia. A diferencia de las mutaciones genéticas, las marcas epigenéticas pueden cambiar con el tiempo o el entorno —lo que abre la puerta a terapias y nuevos enfoques médicos—. Se podría decir que la genética escribe la partitura y la epigenética decide qué notas se tocan y con qué intensidad.

Uno de los ejemplos más claros que ilustran la variabilidad epigenética son los gemelos idénticos: gemelos que comparten ADN, pero su expresión cambia según experiencias vitales y ambientales, llegando a ser personas visiblemente diferentes.

Los principales mecanismos epigenéticos son:

1. Metilación del ADN

Añade pequeñas etiquetas químicas llamadas metilos a ciertas partes del ADN. Es como poner una nota que dice “no leer aquí”: los genes metilados suelen quedar silenciados o menos activos.

2. Modificación de histonas

El ADN está enrollado alrededor de unas proteínas llamadas histonas. Si estas se modifican, el ADN puede quedar más apretado o más suelto. Cuando se afloja, los genes se expresan con más facilidad; cuando se compacta, permanecen ocultos.

3. ARN no codificante

Son fragmentos de ARN que no fabrican proteínas, pero sí controlan la actividad de otros genes. Funcionan como pequeños interruptores que activan o apagan genes según las necesidades de la célula o las condiciones del entorno.

Estos tres mecanismos son los más influyentes, aunque existen otros más específicos, como la remodelación de la cromatina o la herencia de marcas epigenéticas entre generaciones.

Cómo la madre gestante influye en la expresión genética

En los casos de ovodonación, gestación subrogada o método ROPA, la madre gestante no aporta el óvulo que define el genoma del hijo. Sin embargo, el hecho de que el embrión se desarrolle en su útero le permite modular la expresión genética del bebé mediante mecanismos epigenéticos.

1. En ovodonación: se emplea un óvulo de donante y el embrión se implanta en el útero de la madre intencionada.

2. En la gestación subrogada: el embrión proviene de los gametos de los progenitores (o de donantes), pero se desarrolla en el cuerpo de otra mujer.

3. En el método ROPA (Recepción de Óvulos de la Pareja): una mujer aporta el óvulo fecundado con semen de donante y la otra lleva el embarazo, compartiendo así la maternidad biológica y gestacional.

En todos estos casos, aunque el ADN provenga de otras personas, el útero materno actúa como un laboratorio epigenético que ajusta el desarrollo del embrión a las condiciones del cuerpo gestante. Numerosos estudios científicos publicados en Nature, Journal of Obstetrics, Gynecology and Cancer Research, Life, Genes o Reproductive Toxicology muestran que factores como la nutrición, el estrés, el tabaquismo o la exposición a contaminantes pueden alterar la metilación del ADN del feto, influyendo en su metabolismo, su sistema inmunitario o su salud futura.

Una revisión sobre epigenética y gestación subrogada señalaba, además, que la gestante puede generar cambios epigenéticos en el embrión a través de la respuesta hormonal, el suministro de nutrientes o incluso un fenómeno llamado microquimerismo, que consiste en el intercambio de una pequeña cantidad de células entre madre y feto y deja una huella biológica duradera en ambos.

En otras palabras: aunque la gestante no aporte ADN, su cuerpo actúa como un editor del genoma heredado, activando o silenciando genes según el ambiente uterino. Por eso, los hijos pueden parecerse a su madre gestante en ciertos rasgos de desarrollo, metabolismo o salud, sin compartir información genética directa.

Implicaciones legales y psicológicas

Conocer esta realidad epigenética tiene consecuencias importantes. Desde el punto de vista legal, amplía el concepto de vínculo biológico: la madre gestante no solo "porta" un embrión, sino que contribuye biológicamente a su desarrollo a través de su cuerpo. Esto puede tener implicaciones en los debates sobre la gestación subrogada y los derechos asociados a la maternidad.

Desde el punto de vista psicológico, este conocimiento puede aliviar lo que se conoce como duelo genético en los casos de ovodonación. Comprender que la madre gestante —aunque no aporte ADN— influye en la expresión genética del hijo, puede fortalecer el vínculo y reducir el sentimiento de distancia biológica.

En definitiva, la epigenética nos recuerda que la naturaleza (genes heredados) y la crianza (ambiente posnatal) no lo explican todo: el ambiente uterino es un tercer gran actor, y en tratamientos reproductivos, el rol de la madre gestante no se reduce a “llevar el embarazo”, sino que influye activamente en la expresión genética del hijo. Este conocimiento ofrece una herramienta valiosa para entender los vínculos y también para abordar cuestiones legales y psicológicas con mayor rigor y sensibilidad. Porque más allá del genoma que heredamos, cada hijo lleva consigo la memoria química del cuerpo que lo gestó.