Al prefijo bio se le suele atribuir la condición de sostenible, sin embargo, esta asociación no tiene por qué darse. Hay bioplásticos que no son biodegradables ni compostables, y hay plásticos convencionales que sí lo son. Tampoco la etiqueta compostable significa que un material se pueda abandonar a su suerte, ni que por sí solo se convertirá mágicamente en abono. Todos estos términos resultan confusos y muchas personas los emplean de forma indistinta como si fuesen sinónimos. Esta confusión acarrea ciertas consecuencias, como que estos materiales se usen de forma inadecuada, a veces solo para aparentar, o que acaben en el contenedor que no deben y se mezclen con otros materiales perjudicando el reciclado del resto.

La característica principal que diferencia a estos materiales es su origen (fuente de dónde provienen) o cómo se gestionan al final de su vida útil (cómo se desechan y cómo se descomponen).

Qué son los bioplásticos

Los bioplásticos (también denominados plásticos biobasados) son aquellos plásticos que se fabrican a partir de fuentes biológicas –vegetales como maíz, fécula de patata, subproductos agrícolas, residuos agrarios, algas, hongos o microorganismos como bacterias–. Por lo general, estas materias primas se transforman en monómeros con los que fabricar materiales idénticos a los plásticos convencionales. Por ejemplo, de la caña de azúcar se puede obtener etileno, que tras ser polimerizado produce polietileno (PE), que es el material con el que se hacen las bolsas de plástico tradicionales.

Esto significa que los bioplásticos, a pesar de estar hechos con materias primas de origen biológico, no son diferentes de los demás plásticos de origen fósil. Esto es importante para saber

dónde desecharlos. Así que, si un envase o bolsa indica que está hecha de bioplástico, significa hay que echarlo al mismo cubo que cualquier otro plástico, al cubo amarillo para envases.

Los bioplásticos no siempre son más sostenibles

La siguiente pregunta es si los bioplásticos, al proceder de fuentes biológicas, son más sostenibles que los plásticos convencionales de origen fósil. La respuesta no es sencilla. En teoría, como los bioplásticos proceden de fuentes vegetales, que son captadores naturales de dióxido de carbono, si acabasen en un vertedero o incinerados, devolverían a la atmósfera la misma cantidad de dióxido de carbono que habían capturado, de modo que el balance daría cero. Sin embargo, este cálculo deja fuera variables de gran importancia, como por ejemplo si el cultivo del que procede la materia prima es un monocultivo, si causa deforestación, si ha desplazado a especies autóctonas limitando la biodiversidad, si la materia prima procede de un continente, el bioplástico se fabrica en otro y se distribuye en otro, cuál es la huella ecológica de todo ese despliegue de transporte, etc. Así que, bioplástico y sostenible no tienen por qué ser sinónimos.

Por eso, para comparar la sostenibilidad de un material hay que hacer un cálculo complejo que tenga en cuenta todo su ciclo de vida. En ciencia de materiales esto es el Análisis de Ciclo de Vida (ACV), en el que se contabiliza el impacto medioambiental de un objeto a lo largo de toda su vida, desde la extracción de materias primas, su transformación, el número de usos, si es reciclable, si de verdad se recicla, etc. Al hacer este cálculo, la conclusión a la que se llega siempre es que el problema de los plásticos no está en el material en sí, sino en su uso y en su gestión. El problema es el plástico de un solo uso, tenga el prefijo bio o no. Cualquier bolsa o envase que se pueda usar muchas veces será siempre más sostenible que uno que solo se pueda usar una vez. Por eso sustituir envases, bolsas o cuberterías de un solo uso por bioplásticos, no solo no soluciona nada, sino que además es una impostura. Es aprovecharse de la confusión que hay entre estos términos para aparenta resolver algo sin resolverlo en absoluto. De hecho, el 75% del bioplástico se destina a productos no duraderos, especialmente a productos de un solo uso. A esto hay que añadir otro dato importante: si se quisiera sustituir todo el plástico convencional –PET, polietileno y polipropileno de origen fósil– por bioplásticos, se tendría que destinar a ello el 93,7% del trigo que se produce en el mundo. ¿Cultivamos para comer o para fabricar envases de plástico?

Compostable no es lo mismo que biodegradable

Los adjetivos 'biodegradable' y 'compostable' no atienden a la materia prima del material, sino a cómo se descompone y cómo hay que desecharlo. Biodegradable significa que un material es capaz de degradarse gracias a la acción de microorganismos existentes en el medio en que se encuentra. Un ejemplo de este tipo de plásticos son las cápsulas de detergente que se meten directamente a la lavadora o el lavavajillas o semilleros y maceteros. Hay bioplásticos que a la vez son biodegradables y otros que no, del mismo modo hay plásticos convencionales biodegradables y otros no, así que no son sinónimos, sino una cualidad que puede poseer o no un material.

Con el adjetivo compostable ocurre algo similar que con el de biodegradable. Compostable significa que es un material que se convierte en compost orgánico a una velocidad similar a la del resto de materiales orgánicos y sin dejar residuos tóxicos. Pero ojo, eso no quiere decir que pueda abandonarse en la naturaleza. De hecho, es importante saber que son compostables en unas condiciones de temperatura y humedad determinadas y controladas en plantas de compostaje. Es decir, se compostan industrialmente, nunca en casa.

La etiqueta 'biodegradable' o 'compostable' solo se acepta si el material cumple los requisitos establecidos para cada caso en la norma UNE-EN 13432, ya sea un bioplástico o un plástico convencional. Algunos requisitos son que estos materiales no deben estar mezclados con otros, o que en seis meses deben descomponerse al menos el 90% por acción biológica, o tras doce semanas expuestos a condiciones de compostaje. Si cumplen, es importante saber que este tipo de plástico se debe tirar al cubo de residuos orgánicos sin necesidad de separarlo de los restos orgánicos que puedan contener. Ejemplos de este tipo de materiales pueden ser las bolsas de la fruta (que no se tiran en el cubo amarillo, sino en el marrón) o bolsas para la recogida de residuos, las cápsulas y filtros de café compostables o algunas vajillas.

Es muy importante para el reciclaje que los plásticos biodegradables o compostables no se mezclen con los plásticos que no lo son. A menudo las plantas de reciclaje utilizan sistemas de separación ópticos que no diferencian correctamente los plásticos compostables del polietileno, sobre todo las bolsas típicas de la fruta. Si el plástico compostable se mezcla con la granza que alimenta los recicladores mecánicos, podría corromper todo el proceso y que la materia prima se perdiese.

El bioplástico más usado es el PLA

Uno de los bioplásticos más famosos es el PLA (ácido poliláctico). En 2021, elPLA tuvo el volumen de consumo más altode todos los bioplásticos del mundo. La materia prima del PLA es de origen biológico –caña de azúcar, yuca, almidón de maíz, etc.– cuyos azúcares se fermentan para obtener ácido láctico que a continuación se polimeriza dando lugar un poliéster. Tiene unas cualidades físicas y químicas similares al PET (el plástico de las botellas de agua), por eso se suele emplear como sustituto. A menudo se sobreentiende que el PLA es un bioplástico biodegradable, sin embargo, esto no siempre es así. Recientemente se publicó un estudio científico en el que se evaluó la degradación de diferentes materiales en el medio marino de California. Cada semana sacaban los materiales del agua y analizaban su estado de descomposición. Los científicos pudieron comprobar que los plásticos biodegradables a base de fibras de celulosa se descompusieron biológicamente en menos de un mes. En cambio, los bioplásticos de PLA, igual que los plásticos convencionales, seguían intactos catorce meses después. Esto confirma estudios anteriores en condiciones de laboratorio en los que se midió que la velocidad de degradación del PLA es muy lentaa temperatura ambiente, se degrada mal en vertederos y abonos domésticos, pero se digiere eficazmente en reactores industriales a temperaturas superiores a 60 °C. Es decir, los residuos de bioplástico de PLA se deben tratar previamente en plantas industriales de compostaje y jamás se deben abandonar en la naturaleza.

Los resultados de estos estudios sobre el bioplástico de PLA enfatizan aún más que la compostabilidad no implica degradación ambiental y que la gestión adecuada de la eliminación de residuos también es crucial para los plásticos compostables. Referirse a los plásticos compostables como plásticos biodegradables es engañoso, ya que puede transmitir la percepción de un material que se degrada en el medio ambiente. Por tanto, los bioplásticos de PLA no llevan implícita la etiqueta de biodegradables, sino que para poder indicarlo antes deben demostrar que cumplen los requisitos de la normativa, igual que cualquier otro material que se quiera declarar biodegradable.

En conclusión, sustituir todos los plásticos por bioplásticos no resuelve nada, sugerir que los bioplásticos son por definición más sostenibles que los plásticos convencionales es engañoso, y por último, confundir los términos bioplástico, biodegradable y compostable complica la tarea de gestionar adecuadamente los residuos, dificultando su reciclaje.