El PP ha ido demasiado lejos con la degradación de la sanidad pública y la movilización masiva ha puesto tremendamente nerviosa a Ayuso y sus siervos políticos y mediáticos. Tienen miedo, se huele. Estaban plenamente convencidos de que las elecciones en mayo serían un paseo triunfal hasta la mayoría absoluta y les ha explotado en la cara su arrogancia. Se pensaban que podrían robar impunemente la sanidad pública al pueblo sin que hubiera contestación. La inquietud en la derecha madrileña ha llegado hasta el punto de impedir el acceso a los fotoperiodistas al mirador de acceso público del Ayuntamiento de Madrid para que no pudieran tomar fotos que permitieran ver la dimensión masiva de la manifestación. Hasta en eso han fracasado porque fotógrafos como Olmo Calvo han logrado saltarse el grotesco intento de censura del medio hombre Almeida.

Una huelga de médicos y un sello del PCE bastaron para que se le notaran las costuras al guiñol de Miguel Ángel Rodríguez. El éxito de la movilización hay que agradecérselo casi en exclusiva a su actitud despreciativa, soberbia y chulesca que le llevó hasta difundir en sus redes el cartel de la manifestación. Una semana titubeante, en la que pasó de acusar a los sanitarios de boicotear las consultas y de tomarse bajas falsas coordinadas para sabotear la atención en las urgencias a denunciar en una entrevista en Casa Ana Rosa a Pedro Sánchez por querer meter a la oposición en la cárcel como en Nicaragua o de querer derrocar al rey para establecer una república. La demencia de sus declaraciones eran el sumatorio de su desesperación por ver que el problema de la sanidad, el que más teme, crecía como una bola de nieve. Y ella no hacía más que alimentarlo.

Ayuso entraba en pánico y hasta aceptó por primera vez acudir a unaentrevista en laSexta mostrando una inquietud evidente cada vez que tenía que responder preguntas concretas sobre el estado de la sanidad madrileña. Ha sido la peor semana de Ayuso en su mandato, y eso que ha sido protagonista por el enriquecimiento de su hermano y la gestión en las residencias que terminó con la vida de miles de ancianos y ancianas madrileñas. La manifestación llevaba mucho tiempo convocada por vecinos y vecinas de Madrid preocupadas por la calidad asistencial de la atención primaria a la que se sumaron los colectivos de médicos, enfermería y personal sanitario por el desastre de la reapertura de las urgencias ambulatorias que llevaban cerradas desde que Ayuso las cerró en plena pandemia. El problema de la degradación asistencial lo ha llevado hasta un punto de no retorno y no lo solucionará con 32 médicos, como pretende hacer creer. Por eso Ayuso tiene un problema enorme que le acompañará hasta mayo.

La reacción de la derecha, del PP y de todos aquellos que viven de la falda institucional de Ayuso da una buena muestra de que la manifestación masiva ha tocado una fibra sensible, ha hecho mucho daño. No se esperaban este nivel de movilización y los argumentos para despreciarla solo alimentan mucho más una ola que puede llevarse por delante a todo aquel que actúe con condescendencia intentando ocultar la realidad de una movilización que solo es la expresión visible de un malestar que lleva meses fraguando en las colas de los centros de salud. El PP tiene un problema de difícil gestión y digestión, porque ahora no tiene fácil solucionarlo. La degradación de la sanidad pública ha llegado a tales niveles que va a tener imposible arreglarlo de aquí a mayo y la indignación por la devastación del bien más preciado de la clase trabajadora, la sanidad pública, puede acabar con quien se creía caminar por encima de las aguas actuando con soberbia y despreciando a la gente humilde que solo pide poder ir a su médico en tiempo y forma.

La izquierda política no tiene que perder el foco. La causa es el camino, si quiere lograr una victoria electoral no tiene que perderse en estrategias sobre cómo lograrla. Tiene que centrarse en la defensa de la sanidad pública acompañando a un pueblo cansado y harto de que le quieren robar lo que más quiere. Los partidos políticos tienen que estar del lado de la defensa popular de lo común, asistirle en sus convocatorias y estar a su lado, la capitalización, si llega, caerá como fruta madura. Porque lo único importante, lo verdaderamente relevante es que el pueblo ha encontrado una causa común, transversal y relevante por la que luchar. Existen momentos en la historia del movimiento obrero marcados en rojo por lo duro de la derrota. Margaret Thatcher logró una victoria dolorosa para la clase trabajadora de cualquier nación en la lucha contra los mineros, todos perdimos aquella guerra y aún nos cuesta levantarnos. La lucha por la defensa de la sanidad pública es igual de importante porque se lanzará un mensaje de advertencia a todo aquel que quiera robar a las clases populares uno de sus mayores patrimonios, y no lo vamos a permitir. Ayuso solo arrebatará la sanidad pública a la clase obrera despojándosela a la fuerza de sus manos inertes. Esta es la lucha de la clase obrera, presidenta, una vez despierta más le vale que la tema.