En ocasiones he sido muy duro en la crítica política con Borja Sémper, y lo he sido porque de él esperaba que trajera a la derecha española un poco de empatía y política grande. Es un buen tipo, lo creo de veras, por eso me subleva cuando le veo defendiendo posiciones que jamás sería capaz de defender en privado sin sonrojarse. Soy consciente de las renuncias personales e ideológicas que hay que hacer cuando formas parte de una organización colectiva con la que en muchas ocasiones toca tragar, defender lo que ha elegido la mayoría de tu formación y salir lo más airoso posible. Yo entiendo así la política, como una posición colectiva que defender desde lo individual y que en ocasiones lleva renunciar a tus posiciones para defender las comunes en aras de un bien colectivo.

Pero Borja Sémper sabe, todos sabemos, que existen líneas que nadie pueda defender si se quiere estar con la conciencia tranquila. Nada más sufrir la agresión de Bertrand Ndongo en los accesos al Congreso me encontré con el diputado en los ascensores y me dirigí a él. Lo hice porque creo que es alguien con el que podría hablar, jamás lo haría con otros miembros de su partido que a mí me desean el mayor de los males y si puede ser que desaparezca de la faz de la tierra. Se lo dije. "Borja, me acaba de agredir uno de esos que ayer defendisteis apelando a la libertad de prensa y sabes que dentro de poco, cuando haya que hacerlo, también van a ir a por ti". Un compañero suyo, que no sé identificar y al que ni siquiera hice cuenta, decía con sorna, "los de la kale borroka son". La miserabilidad del mensaje delante de alguien como Sémper se comenta sola y no fue preciso responder. Pero Borja Sémper agachó la cabeza mirando a su móvil diciéndome "lo sé".

Sé que lo sabes. Lo sé porque eres un tipo listo. Lo sé porque eres capaz de convivir con diferentes sin pensar lo mismo y no considerarlos enemigos. Por eso que lo sé apelo a ti y a tu conciencia para que levantes la voz antes de que sea tarde. Porque lo que algunos vivimos no tiene parangón ni comparación posible con lo que tuviste que vivir en el País Vasco, es una ofensa simplemente plantearlo. Pero nadie mejor que tú tiene que saber lo que es vivir sin poder pasear por los lugares que deseas, tener una vida en la que tienes que sentarte de cara a las puertas para ver quién entra, pasear con tu familia con autodefensa porque nosotros no tenemos escolta. Nuestras amenazas no se parecen a las que sufriste, pero existen, son reales, necesitamos protección de la Brigada de Información de la Policía Nacional y tenemos que aguantar que nos agredan y nos señalen en redes sociales marcándonos como objetivo para una serie de ultras que estarían también encantados de pasarte por la picota por blando, por moderado, por acomplejado.

Sé, Borja, que tienes amigos que viven también esta situación y que la repudias. Lo sé, porque nadie que piensa como tú puede validar estos comportamientos y esta vida pública violenta que rehuiste cuando decidiste marcharte. No te pido heroicidades ni que te inmoles en tu partido, solo que defiendas aquello en lo que crees, que todos los que piensan diferente a ti puedan vivir, trabajar y tener una existencia tranquila y sin amenazas. Solo te pido que te posiciones de manera pública para que los que piensan como yo puedan vivir en paz y criticar a los que piensan como tú en un debate de ideas que no suponga una amenaza para nuestra seguridad y la de nuestras familias. Con cariño y sin acritud, Borja.