Tener una estrategia clara y diáfana es imprescindible en política para hacerse reconocible y Yolanda Díaz ha elegido centrarse en hacer más fácil la vida de la gente. Las políticas públicas progresistas de protección social y las neoliberales de exclusión a menudo se han visto referenciadas de forma histórica en un producto esencial básico como la leche. Los laboristas británicos garantizaban leche a los menores en la escuela hasta que Margaret Thatcher, la ladrona de leche fue llamada, les quitó ese derecho. Algo que sucedió de la misma manera cuando Augusto Pinochet canceló la política pública de reparto de leche para los niños más pobres que Salvador Allende había instaurado. Las grandes políticas a veces se resumen en garantizar patatas y leche. Esa es la estrategia Yolanda Díaz.

La última medida que ha planteado, generando un debate muy necesario y marcando la agenda pública, es el de controlar el precio de los productos básicos de la cesta de los alimentos para que los más vulnerables tengan acceso a una alimentación digna en un momento en el que los precios estaban haciendo inasumibles adquirir productos esenciales para una alimentación sana. En el sistema capitalista se ha naturalizado, del mismo modo que con la vivienda, que alimentarse no es un derecho, sino un bien de mercado que se tiene que proveer solo el que tenga la capacidad de hacerlo. La propuesta de considerar los alimentos un producto básico y esencial que no puede ceñirse a los designios del libre mercado es un avance en el relato monolítico capitalista que permite la adquisición de bienes esenciales solo si se tiene la capacidad económica para hacerlo. La alimentación, como la vivienda, no pueden ser bienes de mercado, sino como la sanidad y la educación derechos básicos prioritarios que todo ciudadano tiene que tener garantizados en una sociedad libre. La libertad en un sistema capitalista solo es la libertad de los esclavistas si no se garantizan los derechos humanos básicos, Lenin solía tener razón.

Las medidas que plantea Yolanda Díaz sobre la cesta de la compra son tan abrumadoramente populares en unas circunstancias de escasez y precariedad que hacen imposible plantearle una oposición efectiva más allá de desviar el tema o criticarlas apresuradamente para acabar reculando. Sus planteamientos han descolocado a todos sus adversarios, los lógicos, la derecha, los complementarios, el PSOE, y los increíbles, sus socios de Podemos, que al no saber cómo posicionarse empezaron divagando en una rueda de prensa y con Pablo Echenique como punta de lanza contra la propuesta de Yolanda Díaz. Afortunadamente Ione Belarra fue consciente del desastre que suponía ponerse en contra de la medida y tuvo que darle un apoyo incontestable en una entrevista en TVE, teniendo que desacreditar la opinión del portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, que tuitea demasiado, muchas veces sin ser consciente de lo que implica. Podemos, ahora sí, apoya de manera inequívoca la medida de Yolanda Díaz. No se entendía lo contrario.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, se quejó de que la ministra de Trabajo y Economía Social, que tiene entre sus atribuciones las competencias en relación con la Responsabilidad Social Corporativa, era desleal por proponer medidas fuera de sus atribuciones dando a entender que esas medidas correspondían de manera exclusiva a Luis Planas, ministro de Agricultura. La ministra de Defensa metiéndose en que la titular de la cartera que incluye la Economía Social no tenía competencias en gestionar de manera social y atendiendo a la responsabilidad social de las empresas la economía de los productos básicos. Algo que solo es comprensible si entre las competencias de Margarita Robles está la actuar como la censora de Unidas Podemos en cualquier medida que proponga y que no le guste, cualquier cosa menos centrarse en depurar de individuos fascistas las filas del ejército, una competencia que Margarita Robles sí que tiene en exclusiva y que nunca ejerce protegiendo a esos militares antidemócratas.

Yolanda Díaz no pierde tiempo en metapolítica, batallas autoreferenciales ni relatos culturales. Se ciñe a lo material y concreto, a intentar mejorar la vida de la clase trabajadora. Parece lógico garantizar que no puede haber un ciudadano al que el Estado no le garantice lo básico para sobrevivir. Eso no sucede en el mundo de hoy y es uno de los dogmas liberales sobre la economía que queda por caer. La propuesta de Yolanda Díaz va en esa línea, facilitar los recursos mínimos de subsistencia de una manera que el ciudadano lo entienda con sencillez. No hay nada más concreto y material que la compra de la semana. El pueblo entiende la inflación viendo subir el precio en las patatas y la leche. Es más difícil comprender de manera clara cómo se usa la subida de tipos para contenerla, pero lo que sí comprenden desde el ciudadano más politizado hasta el apolítico, y desde la empleada del hogar hasta el jubilado que solo sale a dar un paseo y comprar sus pocos alimentos es que hay que bajar el precio de la cesta básica de alimentos. Todos ellos mirarán con simpatía que Yolanda Díaz les ponga la compra del mercado un poquito más barata. Es directo, concreto, comprensible y directo a las necesidades básicas de la ciudadanía. Incontestable, porque se centra en lo que importa.