Ayer recibí un correo. Un grito de auxilio de una hija que quiere a su madre y que la ve devastada simplemente por querer hacer su trabajo. Su historia es la de una más del personal sanitario que lleva un año sosteniendo este país y cuidándonos como no nos merecemos. En el correo se percibe dolor y angustia de una hija al ver a su madre, médica de familia en un Centro de Salud en la costa mediterránea, maltratada por unas condiciones laborales cada vez más depauperadas y una situación de ansiedad y estrés que está acabando con su salud.

El correo empieza diciendo que no sabe a quién recurrir, pero que no puede más al ver a su madre con la moral por la suelos. Escribe que ha visto a su madre llorar por primera vez antes de ir al trabajo, y que llora al volver. La psicóloga le ha recomendado una baja médica que rechaza porque ella es consciente DE que su centro de salud no puede permitirse que deje de ir a trabajar y que eso supondría una carga excepcional en sus compañeros de trabajo. El tormento psicológico autoimpuesto de un personal que por su propia responsabilidad renuncia a su bienestar por el bien común se lo pagamos en su día con aplausos. Pero ya no es suficiente, ahora esos aplausos suenan con un ruido sordo y cínico.

En Madrid, el pago dado por el servicio prestado a todo el personal sanitario es el maltrato laboral. Se obliga a todos los trabajadores sanitarios a abandonar sus actuales puestos para cubrir el cupo propagandístico del Hospital Isabel Zendal dejando el resto de hospitales y centros de salud bajo mínimos. Si los trabajadores rechazan irse a un Hospital que saben que no cumple con los requisitos mínimos de una infraestructura sanitaria eficiente son sancionados hasta un año sin volver a ser contratados. La misma Isabel Díaz Ayuso que dijo que no contrataba sanitarios en los centros de atención primaria porque no había, se permite el lujo de sancionar sin contratar durante un año en plena pandemia a quien no sucumbe a su chantaje laboral.

Isabel Díaz Ayuso era una de las que se fotografiaba aplaudiendo a los sanitarios desde su piso de lujo cedido por Sarasola en lo peor de la pandemia. Ahora les devuelve el esfuerzo sancionándolos o coaccionándolos cuando se niegan a ser parte de su decorado publicitario mientras tiene la poca vergüenza de culpar a los que denunciamos su indecencia publicándolo en prensa con añadir estrés a los sanitarios. Pero no nos engañemos. No solo maltratan a nuestros sanitarios los gestores y los políticos. También nosotros haciendo fiestas o no cumpliendo las medidas de seguridad sanitarias. Pero sobre todo culpándolos a ellos de nuestra propia culpa.

Si de verdad admiramos a nuestros sanitarios y es sincero nuestro agradecimiento tenemos muchas maneras efectivas de mostrarlo. Lo primero, dándoles las gracias cada vez que vamos a la consulta, no añadiéndoles estrés ni reproches por una situación de la que son tan víctimas como nosotros como pacientes. Pero también eligiendo a unos responsables políticos que les otorguen unos recursos y unos derechos laborales dignos para que nos traten con la atención que queremos al estar enfermos. Defender a nuestra enfermera como si fuera nuestra propia madre.

Porque todos maltratamos a nuestros sanitarios con la acción colectiva de este último año. La hija de nuestra doctora lo escribe con amargura y precisión en su correo de desahogo y auxilio: "Vamos a machacar hasta más no poder a unos profesionales sanitarios que no nos merecemos. Después, el ciudadano medio va a la consulta del médico y al notarlo exhausto, exaltado e impasible, le culpa. Se queja del poco tiempo de las consultas y le culpa. Va al centro de salud en plena pandemia a preguntar cuándo le vacunarán, y al no recibir contestación por ser los propios profesionales los últimos informados, le culpa. ¿Cómo no estar destrozado anímicamente? Así pues, los medios no están hablando de ello y creo que deberían. Todos los días a todas horas. Se nos escapa todo el daño que les estamos haciendo a las personas que intentan salvarnos la vida. Si puedes hacer algo, hazlo. Yo ya no sé qué más hacer. ¿Qué se responde a las lágrimas de tu madre?"