Un estudio realizado por ginecólogos españoles señala que el virus de la COVID-19 puede producir en mujeres embarazadas un incremento del grosor de la placenta y del flujo sanguíneo venoso umbilical, que sin embargo no se traducen en daños a los bebés.
La investigación, realizada por especialistas del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid mediante ecografías, se suma a otros estudios que describían signos de mala circulación sanguínea en la placenta, entre otras alteraciones, pero a partir de hallazgos obtenidos de muestras de placenta, según explica a laSexta la doctora Eva Mª Soto Sánchez, una de las autoras de este estudio.
Esta investigación, según destaca la doctora, viene a confirmar que la ecografía es una tecnología válida para identificar cómo afecta el virus a la placenta y el feto, y que, además, no es una técnica invasiva.
El estudio surgió tras la segunda ola de COVID: "El Hospital Infanta Leonor fue uno de los más castigados durante la primera y segunda ola en Madrid", ha explicado Soto. En ese periodo, dice, observaron un aumento del grosor placentario y de lagos venosos (que puede suponer desprendimiento de placenta) en las ecografías a sus gestantes infectadas por SARS-CoV-2.
En ese momento decidieron comprobar si esos hallazgos se asociaban a una disminución del flujo sanguíneo que llega de la madre al feto, ya que podría asociarse a casos de abortos, restricción de crecimiento, o incluso muerte fetal.
La placenta como barrera frente al virus
Pero no solo no se producían daños, si no que se aceleraba el intercambio sanguíneo. El estudio citado muestra que el trofoblasto, una capa de células que provee nutrientes desde la madre al feto dentro del útero, reconoce los microorganismos e inicia una respuesta inmunitaria para protegerse activamente contra los patógenos, como en el caso del coronavirus, por lo que la placenta parece tener un papel protector frente al virus.
Para la realización de este trabajo de investigación se evaluaron cincuenta y siete gestantes con PCR positiva por SARS-CoV-2 en el momento de la ecografía o en el mes anterior, y otras 110 gestantes con PCR negativa, que sirvieron como grupo control para realizar la comparativa. En el estudio se analizaron la biometría fetal, grosor de la placenta, lagos placentarios –cúmulo de sangre a nivel del tejido placentario– y parámetros registrados mediante el uso de una ecografía dopler. Con estos nuevos datos, explica Soto, Probablemente, se abre la puerta a estudiar Ahora queda saber qué sustancia o mecanismo es el que acelera este flujo sanguíneo provocado por la inflamación.
El engrosamiento de la placenta o placentitis no es algo específico de este virus, explica la doctora, ya que es posible encontrarlo con otros virus, o también asociado a un mal control de diabetes o hipertensión, o a placentas que se adhieren mal.
¿Qué sabemos sobre COVID y embarazo?
La doctora Soto asegura que, dos años después del comienzo de la pandemia, no se ha descrito que el virus afecte al feto. Hasta el momento, la literatura científica ha recogido que el virus se transmite a la placenta, pero no aumenta la tasa de abortos, no se han registrado problemas de crecimiento ni más muertes fetales. Las que ha habido asociadas al virus, explica, han tenido que ver con otras causas, como la prematuridad.
A quien sí afecta el virus es a la embarazada, que manifiestan síntomas más graves que las no embarazadas, por eso se consideran población de riesgo.
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Los estudios que examinan los efectos de la COVID en mujeres embarazadas, sus placentas y sus bebés siguen siendo limitados, mientras que los estudios ecográficos en gestantes son prácticamente inexistentes, de ahí el valor de la investigación del Infanta Leonor. Pese al incremento del grosor de la placenta y del aumento del número de lagos venosos, el estudio no encontró diferencias en la biometría fetal respecto a los bebés de las embarazadas no contagiadas ni se comunicaron casos de problemas de crecimiento intrauterino o muerte fetal.