Los oftalmólogos operaron de inmediato, quitando la lente del ojo para llegar al gusano. La cirugía consistió en retirar el cristalino para alcanzar la córnea, donde el parásito había dejado su rastro. Había múltiples perforaciones del iris, inflamación de la membrana ocular y sangre.

El parásito, de tres milímetros, tuvo que ser cortado en trozos más pequeños para poder extirparlo. Finalmente, aunque el gusano no causó ninguna infección en el ojo del menor, no ha vuelto a recuperar la visión, según explica 'The New England Journal of Medicine'.