Con las sucursales bancarias literalmente arrasadas, así ha amanecido Lavapiés. El barrio ahora está tomado por la indignación, la tristeza y los operarios municipales trabajando. El camión de la limpieza se ha llevado restos de contenedores quemados, bicicletas calcinadas... Otros han reparado marquesinas o un parque infantil que quedó destrozado.

Lo que ocurrió en este barrio multicultural de Madrid se explica, dicen sus vecinos, por la enorme presión policial que sufren los inmigrantes a diario: "Todos los santos días nos piden los papeles; no podemos respirar, no podemos siquiera salir a comprar tabaco sin que nos diga algo la Policía".

La tensión y el miedo que viven, aseguran, terminó por estallar tras la muerte de un compatriota. Stéphane M. Grueso, testigo de lo ocurrido, ha dicho en ARV que "todo este caldo de cultivo, esta agresión a este colectivo lleva pasando desde hace años".

Muchos vecinos se solidarizaron y se echaron a la calle en apoyo, pero la tensión ha continuado y ha habido tensión. Aunque quieren dejar claro que no tuvieron nada que ver con los disturbios: "No somos ladrones y no aprovechamos para atacar bancos".

Sólo esperan que la movilización y la muerte de su vecino sirvan, al menos, para cambiar las cosas.