La Policía ha empezado a aplicar el veto de Trump. Dos iraquíes han sido detenidos al aterrizar en Nueva York, a pesar de que tenían visado.

Decenas de personas más que viajaban, también con permiso, desde Egipto, Irak o Yemen no han podido despegar siquiera de sus aeropuertos de origen. Las compañías aéreas se han curado en salud.

La indignación cunde en Oriente Medio y África. Irán, por ejemplo, promete deportar o vetar a estadounidenses si la administración Trump sigue en sus trece. "Parece haber olvidado que el muro de Berlín cayó hace años", afirma Hasán Rouhaní, presidente de Irán.

Todo esto sólo horas después de que el presidente firmara el decreto para no admitir refugiados en cuatro meses, y a ningún visitante de siete países musulmanes durante al menos tres. En este tiempo, se diseñarán los nuevos controles extremos a inmigrantes.

Planes que ponen en riesgo el futuro de muchos refugiados ya en EEUU, incluso niños y jóvenes. Trump estudia echar a unos 750.000, hasta ahora protegidos de la deportación.

Preocupa también cómo se tratará a los sospechosos. En manos de un general está ya decidir si se aplican o no torturas en los interrogatorios.

Más cerca, Trump ha querido suavizar la crisis diplomática y comercial con los vecinos mexicanos. Aunque insiste, los aranceles del 20% "son algo que puedo imponer si quiero".

En México confían en que entre en razón. Aunque, de momento, poco lo ha demostrado, lleva una semana de Gobierno a golpe de decreto.