TecnoXplora » Internet » Empresas

TODO POR LA PASTA

El dilema del prisionero y el lado oscuro del 'crowdsourcing'

Boicot, manipulación y egoísmo están a la orden del día en las campañas de 'crowdsourcing', sobre todo cuando tienen forma de concurso y solo un reducido número de participantes puede proclamarse ganador. Si hay dinero de por medio, el asunto se vuelve aún más complicado.

Graffitti

Graffitti Marciookabe en Flickr

Publicidad

¿Te suena el dilema del prisionero? A lo mejor dicho así no, pero seguro que lo has escuchado alguna vez. Es aquel en que la policía arresta a dos sospechosos, los mete a cada uno en una sala, y les ofrece a los dos el mismo trato a cambio de una confesión (de lo contrario, no tendría pruebas suficientes para condenarlos).

La negociación se suele plantear en los siguientes términos: Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos niegan el delito, la policía solo podrá encerrarlos durante seis meses por un cargo menor. Pero ellos no saben las dos últimas opciones, claro.

Difícil decisión, es evidente. Los actores del dilema del prisioneros tienen que elegir entre el beneficio individual o el bien común, que no suele ser un resultado óptimo para cada uno pero sí lo mejor para todos ¿Egoísmo o altruismo? ¿Y si me traicionan y acabo pagando un alto precio por mi solidaridad?

Según un estudio recientemente publicado en Interfaces, una revista de la prestigiosa Royal Society británica, esta misma situación se puede producir en campañas de 'crowdsourcing' cuando los participantes, a cambio de cooperar, reciben algún tipo de incentivo. Y no es la única: manipulación y boicot también están a la orden del día.

Como bien sabrás a estas alturas, se suele hablar de 'crowdsourcing' para definir la externalización de una tarea o un conjunto de tareas a través de una convocatoria abierta en la que puede participar cualquier individuo o miembro de una comunidad. Algo muy difícil de hacer sin internet de por medio, claro, de ahí que sea un fenómeno con menos de una década (el término, sin ir más lejos, se acuñó en 2006).

Precisamente el carácter abierto de este tipo de iniciativas es su piedra de toque, al menos según los investigadores. Cualquier puede entrar a poner su granito de arena, o a quitar con una pala los que hayan puesto los demás. Como demuestra el dilema del prisionero, dos personas perfectamente cabales pueden decidir no cooperar la una con la otra incluso si a primera vista es lo mejor para ambas. Sobre todo si hay dinero o recompensas de por medio.

“Al mismo tiempo, la apertura hace que las soluciones basadas en 'crowdsourcing' sean vulnerables a comportamientos maliciosos por parte de otras partes interesadas”, afirma Victor Naroditskiy, uno de los responsables de la investigación. “Dichos comportamientos maliciosos pueden tomar múltiples formas, que van desde sabotear el progreso a enviar información falsa”.

Naroditskiy y los demás autores del estudio ponen varios ejemplos. Uno de ellos es Network Challenge, un reto que lanzó la agencia DARPA, perteneciente al Departamento de Defensa de los Estados Unidos, para analizar el potencial de movilización y colaboración de las redes sociales. Los participantes, que competían por un premio de 40.000 dólares (ahí es nada), tenían que localizar lo más rápido posible diez enormes globos rojos lanzados en diferentes lugares de los Estados Unidos.

La única forma de hacerlo, lógicamente, era recurrir al 'crowdsourcing', pedir ayuda a la comunidad de Twitter y otras plataformas y rastrear los comentarios o imágenes que espontáneamente pudieran haber compartido las personas que, por casualidad, hubieran visto alguno de los globos. La clave estaba, por tanto, en la cooperación.

Sin embargo, el premio era muy jugoso y hubo quien decidió jugar sucio, llegando incluso a publicar fotomontajes con supuestos globos en localizaciones que resultaban ser falsas. Los participantes debían pues llevar cuidado: ¿qué aportaciones eran fiables y cuáles no? Ahí estaba el dilema.

Ahora piensa que es una empresa la que decide recurrir al 'crowdsourcing' para sacar adelante un trabajo (por ejemplo, rediseñar su logo), y establece una recompensa económica o de otro tipo para el ganador ¿Sentirán los contendientes con menos posibilidades la tentación de boicotear al más aventajado? ¿Tratarán de manipular el sistema de votación, si lo hubiera? He ahí la cara oscura del 'crowdsourcing'.

Los seres humanos, cuando tenemos que colaborar, nos enfrentamos siempre al dichoso dilema del prisionero. Tú decides: ¿beneficio individual o bien común?

Publicidad