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ES UN FITOPATÓLOGO DE ÁRBOLES

Dr. Navidad, el científico que quiere crear el árbol de Navidad perfecto

Lleva décadas investigando, analizando y comparando diferentes especies para crearlo.

Árboles de Navidad

Árboles de NavidadiStock

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La mayoría de los seres humanos decoran sus hogares en estas fechas con árboles de Navidad producidos con desechos plásticos que imitan el color de los pinos que pueblan el imaginario popular. Pero muchos otros prefieren el producto real. La demanda europea de árboles naturales (en contraposición a los de plástico) alcanza unos 50 millones por año. En ese lapso Alemania produce 18 millones, seguida de los 10 millones de árboles de Dinamarca, los 6 millones de árboles de Francia, los 5,2 millones de árboles de Bélgica y los 4,4 de Gran Bretaña. La mayoría de las semillas de estos árboles, el 90% aproximadamente, llegan desde Georgia. Por su parte, en Estados Unidos se vendenentre 25 y 30 millones de árboles de Navidad.

En total hablamos de una industria que factura, cada año, cerca de 15.000 millones de euros. Pero hay un hombre que quiere llevar la ciencia a este mercado. Su nombre es Gary Chastagner. Conocido como Dr. Christmas Tree y también como Dr. Navidad, lleva más de dos décadas como fitopatólogo de árboles en la Universidad Estatal de Washington investigando el manejo de enfermedades, el índice de retención de agujas, la mejora de variedades y el cuidado en el hogar de árboles. Su objetivo es crear un árbol de Navidad que podamos poner en casa en noviembre y mantenga las mismas condiciones hasta febrero.

Todo comenzó hace unos 25 años cuando Chastagner comenzó a estudiar abetos nativos de las montañas que rodean el Mar Negro. Allí descubrió que ciertas especies son capaces de resistir el ataque de Phytophthora, un tipo de moho que afecta a numerosas especies de árboles y pudre sus raíces. El equipo de Chastagner recogió más de 50 kilos de semillas (cada semilla pesa unos 7 gramos, por lo tanto recogió suficiente como para estudiar casi 10.000 árboles) y las analizó durante casi 10 años. Los plantó en diversas zonas de Estados Unidos (Washington, Oregón, Connecticut, Michigan, Carolina del Norte y Pensilvania) y analizó cuánto tiempo retenían las agujas, cuánta agua necesitaban, su ritmo de crecimiento, el color, el aroma, su capacidad de adaptación y su estructura, entre otros factores. Parece mucho tiempo para analizar estos indicadores, pero la realidad es que se necesita una década como mínimo para que una semilla se convierta en un árbol de Navidad de al menos dos metros.

Con los resultados en la mano se unió a Raj Lada, experto de la Universidad Dalhousie y crearon el árbol SMART (siglas en español de Tecnologías reguladas de adhesión modulada senescente). Básicamente, árboles de Navidad Frankenstein que tengan lo mejor de cada especie. Y este año los primeros 50.000 de estos “mutantes” están creciendo en invernaderos de Canadá. Pero no se trata solo de la forma, la altura o el color. Tampoco estamos hablando de su capacidad para resistir la caída de las hojas o las temperaturas interiores. Hay otros aspectos que Chastagner y Lada tienen en cuenta. Y uno de ellos es el perfume o el aroma del árbol. Las esencias que emiten estos árboles (y que tanto vinculamos a la navidad), son en realidad sus feromonas.

Los expertos de la iniciativa identificaron 13 sustancias químicas involucradas en la creación del aroma de pino, el problema es que cuatro de ellas están también implicadas en la caída de las agujas. La idea es, por un lado, reducir la pérdida de agujas, pero por otro lado no solo mantener el aroma típico sino crear, mediante ingeniería genética, un árbol con el aroma a Navidad perfecto.

Por último Lada y Chastagner también están trabajando en cómo debería llegar a manos de consumidor este árbol. La idea más aceptada por el momento es un pequeño recipiente o caja con un entorno controlado (humedad, temperatura, etc.) que no solo mantenga las condiciones necesarias para el árbol, también que, una vez en el hogar y desplegado y decorado, le permita conservarse todo el tiempo posible, como si fuera en la propia tierra.

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